Azulik, cerca de Tulum (México), es una experiencia sensorial envolvente en la que cada detalle invita a ser explorado. En lo más profundo de la selva maya, en el pueblo de Francisco Uh May, se encuentra la extraordinaria casa del ecologista y arquitecto argentino Eduardo Neira Roth. Situada en el mismo recinto que Azulik Uh May, un centro cultural dedicado a las artes inaugurado en 2014, y pensada como el hotel Azulik Tulum, esta residencia desafía la arquitectura convencional adoptando un enfoque biomórfico. Su autor, diseñador autodidacta afincado en México, se inspira en la cultura, la filosofía y la espiritualidad mayas. Su obra sigue las geometrías orgánicas de la naturaleza, rechazando las formas ortogonales prototípicas en favor de las fluidas y naturales.
En lugar de desmontar el terreno para construir, Roth diseñó los volúmenes alrededor de los árboles y arbustos existentes, permitiendo que sirvieran de puentes vivos entre los espacios. La estructura sigue los contornos del suelo selvático, dando lugar a un entorno onírico que se antoja a la vez ancestral y futurista, intentando evitar la alteración del ciclo natural del ecosistema. Construida inicialmente sin planos, cada decisión –dar forma a una pared, colocar una ventana o trazar un camino– estuvo guiada por la luz, el movimiento y el entorno siempre cambiantes. Una rama descubierta una mañana podía redirigir una elección de diseño por la tarde.
“Intuitivamente descubrimos lo que el espacio y la naturaleza necesitaban para elevarlo. Todo nació orgánicamente; por eso el diseño se inspira en el ecosistema del lugar”, cuenta Roth. Este proceso se extendió también al mobiliario. Como los fluidos y esculturales asientos, con cojines colocados sobre plataformas curvas que los transformaron en sofás funcionales. Nada se impuso, todo se descubrió. “No seguimos las convenciones arquitectónicas. El propio espacio nos guió”. En esencia, la residencia, también llamada El Templo, pretende reconectar a sus habitantes con la naturaleza y la memoria ancestral.
La luz que se filtra a través de las estructuras orgánicas, las texturas de los materiales hechos a mano, la interacción del agua y el aire, el sutil aroma de la selva... Todo contribuye a una existencia inmersiva. “Experimento la casa a través de diferentes estados de ánimo. Es un lugar donde pasamos de la realidad a una inconsciencia onírica”, señala el arquitecto. Más que una estructura estática, su casa es un organismo vivo, en diálogo con su entorno. Pero más allá de su belleza y misticismo, representa un replanteamiento radical de la arquitectura. Azulik ofrece una alternativa: una forma de construir que armoniza con la naturaleza en lugar de dominarla. Es una llamada a repensar cómo habitamos la Tierra, a diseñar espacios que alimenten el espíritu humano al tiempo que honran el mundo natural.