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Con él empieza todo. El blanco proporciona calor y confort por representar el inicio de todas las cosas. También está íntimamente relacionado con la limpieza, con esa sensación de frescor que hace que apetezca tanto quedarse en casa.

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El color gris abraza con su clara referencia a la tradición, a lo que nos resulta familiar y conocido. Es un color que funciona tanto en las paredes como el mobiliario, así como en complementos como alfombras. Además, resulta muy fácil de combinar.

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En invierno, se recomienda el "total look". Que un aparador tenga el mismo tono de la pared que tiene detrás, es un acierto seguro y una manera de pasar con elegancia los meses de frío.

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Las cortinas no tienen por qué ser siempre blancas. Una opción más oscura como la de la fotografía, contribuye a crear un espacio de mayor recogimiento. Una solución eficaz que invita a quedarse en casa.

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Mientras los expertos se ponen de acuerdo en si la madera es o no es un color, desde aquí te recomendamos fervientemente este material en su tono original, libre de aditivos, para que el efecto sea más orgánico y la sensación de abrigo, mayor.

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La combinación de marrón y gris nos puede dar muchas satisfacciones en casa, sobre todo si el tercero "en discordia" es el blanco. Una paleta reconfortante para los días en que bajan los termómetros y no apetece nada salir a la calle.

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El verde también es un antídoto contra el frío, pero no vale cualquier verde. Hay un verde que se relaciona con el frescor de la selva que resulta más adecuado para bajar la temperatura a ambientes excesivamente cálidos. En invierno, se recomiendan tonos más oscuros, como el de la fotografía.

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El color camel, que es una mezcla de amarillo y marrón, aporta luz y calidez al mismo tiempo. Combinado con blanco puede dar lugar a espacios sofisticados y modernos al mismo tiempo. Un buen aliado para los meses más oscuros del año.

Como dice la experta en color Lisbeth Larsen, asesora de la marca de pinturas noruega Jotun, "la forma en que la gente piensa y lo que sueña es sorprendentemente similar, viva en Mascate o en Copenhague. Todo el mundo comparte el amor por el color". Como no podía ser de otra forma, esa querencia universal se acompasa con el devenir de las estaciones. El frío modifica nuestros hábitos cotidianos, nos vuelve más "caseros", y eso nos impulsa a introducir ciertas variaciones cromáticas en nuestro hábitat doméstico para que que el cambio de estación también se perciba en los interiores. Pasamos más horas en casa y nos apetece convertirla en un refugio cálido y confortable que se contagia de los colores invernales en armonía con la Naturaleza.

Para "abrigar" la casa en invierno, Lisbeth apuesta por una paleta refinada de de azules profundos –el más sosegado de todos los colores–, grises mármol y marrones leñosos, que son acogedores y representan la robustez. Incorpora los tonos claros de la tierra y la arena, y nos adentra en el bosque, simbolizando la conexión con la tierra por medio de los verdes azulados de las hojas y los charcos de la selva que contrastan con los marrones rojizos de la corteza y las ramas. Recordemos que el verde no es solo el color de la naturaleza y de la salud, sino también el de la fertilidad y la juventud. Mientras que el rojo hace referencia a la vida, a la alegría, a la nobleza y también es el color de los artistas.

Así, la esencialidad del blanco, siempre presente, viene acompañada de una paleta de colores que transmiten calma y serenidad; tonalidades oscuras que invitan al recogimiento y visten con elegancia y un punto de sofisticación no solo las paredes, sino también el mobiliario, las tapicerías y los textiles del hogar.