Él ha logrado convertir este antiguo taller de escultor en ruinas, en un solar complicado y con muchas limitaciones, en un hogar lleno de claroscuros interiores donde la luz es el invitado más celebrado. Ella tiene su estudio al otro lado del patio. Silencio, aquí se crea.

Una jugada maestra del azar, con Barcelona como telón de fondo, es la génesis de esta casa en el barrio de Vallcarca, el gran olvidado de la capital catalana, al norte de Gracia. Ya saben, demoliciones y planes urbanísticos que no acaban de materializarse desde hace décadas.

Vivir allí no es glamuroso, más bien al contrario, pero tampoco es impedimento para crear un hogar. Y la prueba de ello es la felicidad que irradian sus habitantes, la pareja formada por el arquitecto Juan Gurrea Rumeu (Barcelona,1990) y la artista Beatriz Dubois (Madrid, 1991), que son el vivo ejemplo de que el destino a veces juega a nuestro favor.

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Salón comedor casa Beatriz Dubois Juan Gurrea Rumeu
Charlotte Lajarin

Un lienzo de posibilidades

La oportunidad surgió cuando la madre de Juan, arquitecta como él, encontró un antiguo taller de escultor en estado ruinoso en un solar entre medianeras, orientado al norte, que daba a una calle estrecha y con tráfico. Le dijo que sería ideal para ellos.

El comedor, con mesa diseñada por Beatriz y Juan y realizada por un herrero y un marmolista, y lámpara T712, un diseño vintage de IKEA de los años setenta, con sillas Reno.

Butaca blanca casa Beatriz Dubois y Juan Gurrea Rumeu
Charlotte Lajarin

Desafiando los obstáculos

"Tenía muchos inconvenientes y pocas ventajas, pero me decidí a construir la casa con el mismo cariño que si fuera para mí, convencido de que no iba a ser así", dice Juan.

Butaca Barceloneta, de Federico Correa y Alfonso Milá.

Mesa de comedor casa Beatriz Dubois y Juan Gurrea Rumeu
Charlotte Lajarin

De París a Barcelona

La sabiduría de las madres es inconmensurable, aunque, por aquel entonces, mudarse a Barcelona no entraba en sus planes. Tras hacer carrera en China y haber pasado por el estudio de Jean Nouvel, estaba trabajando con Luis Laplace en París. Su afán: tratar de convencer a Beatriz de que se fuera con él a la "ciudad de la luz". 

Juan Gurrea Rumeu en el salón en tonos blanco y madera
Charlotte Lajarin

Proyectada por Juan

En este caso, las dudas subsistieron lo que duró la construcción de la casa de dos plantas ideada por Juan desde su estudio Gr-os.

El hormigón, los pilares de hierro visto y la escalera de madera como núcleo central les hicieron darse cuenta de que tenía potencial como futuro hogar.

Juan y su perro Roque en la entrada al patio, que comunica el estudio de Beatriz con el resto de la casa. En la pared del comedor, fotografías de Maciek Pozoga, Beatriz Dubois, Martin Parr y Patrik Grijalvo.

Beatriz Dubois en su dormitorio en tonos blancos
Charlotte Lajarin

Armonía estética

"Los dos somos estetas, y la parte artística está muy presente en ella, sobre todo en los juegos de luz y sombra que se crean a lo largo del día y con el cambio de estación", cuentan.

Beatriz en la suite, con apliques Tolomeo, de Artemide.

Escalones en madera casa Beatriz Dubois y Juan Gurrea Rumeu
Charlotte Lajarin

Inspiración en Tanizaki y el regreso a Barcelona

No es de extrañar que Juan encontrara inspiración en el Elogio de la sombra de Tanizaki, y que siguiera sus enseñanzas casi al pie de la letra: "…lo bello no es una sustancia en sí, sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros".

Fue la penumbra lo que les hizo decidir volver a Barcelona, donde reside la familia de él y parte de la familia materna de ella. 

En el salón, mesa vintage, de Miguel Milá para Gres.

Baño en blanco con lámpara roja casa Beatriz Dubois y Juan Gurrea Rumeu
Charlotte Lajarin

Minimalismo heredado

El interiorismo, sencillo y austero, fue un proyecto de los dos. La estructura de la casa se prestaba a pocas piezas, pero de formas rotundas y atemporales. De casta le viene al galgo, y es que Juan es sobrino nieto de Miguel y Alfonso Milá, dos grandes del diseño y la arquitectura españoles.

En el baño, lámpara Mayday, de Konstantin Grcic para Flos; taburete Mezzadro, de Achille Castiglioni editado por Zanotta, y cuadro, de Juan Gurrea Rumeu.

Beatriz Dubois con el cuadro Manos para montañas (2022)
Charlotte Lajarin

Objetos singulares

Esto, unido a la sensibilidad y el buen ojo de su pareja para encontrar piezas curiosas y de valor en Wallapop, hicieron el resto.

Beatriz sostiene Manos para montañas (2022), una fotografía descompuesta y trenzada a modo de collage.

Beatriz Dubois creando en su estudio
Charlotte Lajarin

El valor del entorno

Beatriz siempre ha trabajado desde casa: "Le doy mucha importancia al espacio y a los objetos que me rodean, no solo a la luz o a la parte más intangible". En la planta calle, la cocina está conectada con el comedor y el patio a través de grandes ventanales.

Beatriz trabajando en su estudio.

Beatriz Dubois mirando un cuadro
Charlotte Lajarin

Un día, tres espacios

Al otro lado está el estudio de Beatriz, que elige los espacios de trabajo según van cambiando las horas del día: por la mañana, en el taller; a mediodía, en la cocina, y por la tarde, en un rincón del salón destinado a la lectura, debajo de un pequeño lucernario, en el que a veces se cuela el portátil.

De ellos se puede decir que trabajan y viven sin miedo a la oscuridad ni a las limitaciones.

Memoria o me moría, de su serie Hablar (2018).

 

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