Lo explica perfectamente la autora, Julia Wertz, en el preámbulo del cómic: «Este no es el clásico libro de historia, ni una guía práctica de Nueva York. No hago alusión a los nativos, ni dibujo la isla de Ellis ni el Empire State. La estatua de la Libertad hace un breve cameo, aunque en el contexto de un capítulo sobre la basura. Este libro se ocupa más bien de las historias singulares y a menudo olvidadas del pasado de la ciudad, junto con ilustraciones de barrios elegidos al azar tal como eran y tal como son en la actualidad. Si esperabas un manual de historia convencional o buscas una guía sobre restaurantes o monumentos, la has cagado. Pero si estás hasta las narices de esa clase de libros y te interesa un enfoque menos trillado de Nueva York, pues nada, aquí lo tienes».
Julia Wertz nos muestra la evolución del Nueva York real, el de sus auténticos habitantes.
Barrios, bloques y basura ha sido publicado por Errata Naturae (y traducido por Regina López Muñoz) y recorre, en 284 páginas, la historia de Nueva York pero sin ser una novela gráfica histórica: arranca con la celebración de la segunda Feria Mundial de Nueva York, celebrada en Flushing Meadows a caballo entre 1964 y 1965, y sigue un recorrido arbitrario deteniéndose en espacios peculiares de todos los barrios de la Gran Manzana.
Los vestigios estructurales de la segunda Feria Mundial de Nueva York (la primera tuvo lugar entre 1939 y 1940) son uno de los «secretos» peor guardados de la historia de la ciudad. Aunque la feria recibió cincuenta millones de visitantes, no alcanzó los setenta que necesitaba para ser rentable y se desmontó y abandonó y las estructuras que quedaron se fueron deteriorando con el paso de las décadas, tal y como ha documentado fotográficamente la propia Wertz en su blog de espacios abandonados Adventure Bible School. Algunas estatuas y piezas fueron trasladadas a otras ubicaciones dentro de Nueva York. Las farolas que alumbraron los paseos durante los dos años que duró la feria, y que pasaban desapercibidas, eclipsadas por los pabellones, son los vestigios mejor conservados… De las 1.800 construidas, solo unas doscientas lograron sobrevivir y la autora ha seguido su rastro: algunas se encuentran actualmente en Queens. Otras están en complejos turísticos o llegaron, incluso, a Oklahoma. Ella contó su historia en su blog y entre quienes leyeron sobre el asunto están los pilotos de aviación David Turner y Aaron Hill, que se hicieron con veinte de estas farolas y las restauraron para instalarlas en su aeropuerto privado The Flying Dollar, en Pensilvania.
Macdougal Street con Minetta Lane, en los años veinte del siglo pasado y en 2016, el año en que Julia regresó a vivir a California por los altos alquileres de Nueva York.
Wertz ha indagado en viejas fotografías para mostrar cómo eran determinadas calles y casas en los años veinte o treinta, y dibujarlas así en la novela gráfica, junto a como son hoy día. Así, nos muestra la evolución de barrios como Greenpoint, en Brooklyn, o el East Village de Manhattan; o de las librerías históricas y locales de conciertos de la ciudad. O el ayer y el hoy de los estancos de Broadway. Y, de paso, nos cuenta historias ligadas a espacios y lugares, como que en la Nueva York de los años cuarenta del siglo pasado las máquinas de pinball fueron ilegalizadas por el alcalde Fiorello La Guardia, ¡y sólo se levantó la prohibición en 1978! O la demolición de construcciones históricas para ir ampliando el metro de Nueva York, con anécdotas como la del «triángulo del rencor de Hess». O la historia de la C. O. Bigelow Apothecary, la farmacia más antigua de Nueva York, abierta en 1838 en la Sexta Avenida, en el barrio de Greenwich Village, que, como cuenta Wertz en la novela gráfica, ha tenido clientes ilustres como «Mark Twain, Thomas A. Edison, Eleanor Roosevelt, Susan Sarandon, Calvin Klein, Elvis Costello, los integrantes de New York Dolls, Christina Ricci, Jennifer Jason Leigh, Liv Tyler o la dibujante de fama mundial Julia Wertz», y cuenta con algunos detalles arquitectónicos, «como las molduras del techo y el suelo de baldosas», que se conservan intactos.
El mítico CBGB, donde surgió la new wave y el punk neoyorquino (Ramones, Blondie, Television, Talking Heads, Patti Smith…), en los años cuarenta, setenta, ochenta y en la primera década del siglo XXI.
Y, por supuesto, hay un capítulo dedicado al ayer y hoy de Times Square –que hasta los años ochenta (y un poco más acá) no era el epicentro del turismo, sino un barrio rojo, plagado de sex-shops, cines porno y clubes de striptease– y otro a los característicos holdouts de Nueva York, esos edificios «cuyos dueños se niegan a desalojar o vender cuando una constructora pretende demoler la propiedad para ampliar una zona de viviendas colindante». En esas ocasiones, «las constructoras no tienen más remedio que construir rodeando el edificio, lo que da lugar a una estética… interesante», que la autora recrea en sus dibujos.