El título de este artículo cita uno de los objetivos de la Bauhaus, la legendaria escuela que este año cumple su centenario, donde sus alumnos aprendían, entre otras valiosas cosas, que el arte, el diseño y la arquitectura debían estar al servicio de la modernidad e implicados con su tiempo. Afortunadamente, cien años después, muchos diseñadores y productores hacen suyos estos principios (vamos a ser positivos). La silla Toledo Aire es un buen ejemplo de ello. Desciende de la silla Toledo, diseñada en 1986 por Jorge Pensi para Knoll, fabricada en aluminio fundido y considerada uno de los iconos del diseño del siglo pasado. Su figura ha amueblado cafeterías durante treinta años años sin que se le pueda reprochar nada en cuanto a su apariencia y eficiencia: es hermosa, robusta aunque ligera, duradera y su estudiada forma responde a la función a la que estaba destinada.
Lo único que se le puede reprochar, si acaso, es que su deslumbrante belleza metálica es tan tentadora que lleva a delinquir a aquellos que piensan que lo que está en la calle es de todos y se la llevan a su propia terraza para que sea solo de ellos. Recuerdo que en el Estudio Mariscal, donde trabajaba, teníamos ocho sillas Toledos en el jardín y, cuando nos dimos cuenta, no quedaba más que una, de recuerdo. Es verdad que en Estudio Mariscal no poníamos ningún empeño en vigilar nuestros bienes, porque creíamos que todo es de todos, pero a pesar de esos firmes ideales fue un buen disgusto comprobar que las fantásticas sillas de Pensi ya no estaban con nosotros.
Con la silla Toledo Aire, el diseñador Jorge Pensi y la empresa Resol (que también produce la Toledo de aluminio) han sabido hacer “diseño de lujo a precios populares”, pues esta nueva versión cuesta unos setenta euros, gracias a que el proceso de fabricación del polipropileno inyectado fabricado en una sola pieza del que está hecha permite abaratar casi ocho veces el coste de la original. Si el origen del diseño de Pensi fue replantearse la tradicional silla de terraza de café hasta obtener un producto de ajustadas y esbeltas líneas que ocultan una calculada estructura de reminiscencias óseas y que lo hacen ergonómicamente perfecto,, la Toledo Aire, sin traicionar esos orígenes, pone “el diseño al servicio de la modernidad y lo implica en su tiempo”.
Yo estoy contentísima con esta nueva silla que, aun siendo de plástico, ayudará a dignificar el paisaje urbano de nuestras ciudades, donde las terrazas amuebladas con sillas baratas que no tienen más objeto de diseño que eso, ser baratas, hieren la sensibilidad de cualquiera que piense que el buen diseño nos ayuda a mejorar en todos los sentidos. No me cabe en la cabeza que los turistas vengan a nuestras ciudades a admirar la belleza de sus monumentos y acaben descansando de tanta admiración en espantosas terrazas de bar amuebladas con sillas de plástico feas, incómodas e insostenibles. Es un contrasentido. Sin embargo, la silla Toledo Aire –que siendo de plástico sigue siendo formalmente bella, ergonómica y duradera– es un auténtico lujo para quien se sienta y para quien la mira.