En el año 2000, el premio Nobel de química Paul Krutzen acuñó el término Antropoceno para referirse a la actual era geológica. Al introducir el prefijo antropos (hombre), quería denunciar la transformación planetaria que se estaba llevando a cabo por el ser humano, la cual había llegado a un punto en el que se equiparaba a las fuerzas transformadoras naturales de la geología, pero con un matiz: lo que de manera natural ocurre en miles de años, a causa del diseño, la tecnología y la sociedad humana en su conjunto estaba sucediendo en pocas décadas.
El revuelo inicial y el escepticismo científico y político de entonces ha dado lugar 18 años más tarde a un escenario absolutamente diferente en el que se acepta que si el potencial de diseño del ser humano no se reconduce hacia una situación de crecimiento comunitario, en el que tanto las personas a nivel individual, como la sociedad y los ecosistemas se vean beneficiados, la propia existencia humana se verá muy negativamente afectada.
Air Ink, la primera tinta que se crea a partir del aire contaminado
Debemos ser conscientes de la trascendencia de los retos que nos plantean las diversas crisis ecológicas que se están produciendo y más aún su implicación directa en nuestro modo de vida. En este tiempo ha ocurrido lo que con gran elocuencia describió el socioecólogo Ramon Folch: “En el ecologismo ha ocurrido como en la física: que toda magnitud que amplía su extensión, disminuye su profundidad”.
Participar en el proceso de reciclaje de residuos domésticos, consumir verdura orgánica o vetar determinadas opciones de compra es importante, pero por desgracia no es suficiente. Tal vez se hayan suavizado determinados conceptos para hacerlos más accesibles a más capas de la población creando una sensación de conocimiento y tranquilidad de conciencia un tanto irreal.
Prototipo Smart vision EQ fortwo
Es cierto que ha habido avances concretos: se ha regulado el uso de algunas sustancias peligrosas, la industria ha mejorado y se han puesto en marcha iniciativas tan esperanzadoras como el modelo de economía circular. Aunque todavía de forma incipiente, por fin nos tomamos en serio la necesidad de desacoplar el consumo de recursos naturales de la generación de valor mediante estrategias de reutilización, remanufactura y reciclaje de los materiales, y, sobre todo, mediante un cambio de concepto y de relación con los productos que nos rodean, los cuales se comenzarán a percibir y adquirir en clave de servicio y no de posesión.
Pero aún quedan importantísimas asignaturas pendientes como el cambio climático, para el que no ha habido voluntad de solución como sí se consiguió con el agujero de la capa de ozono décadas antes. Se ha logrado frenar el comercio ilegal de madera, pero no así la desaparición de especies, y ya vamos a un ritmo mil veces superior a la tasa natural de extinción. Y uno de los grandes retos a los que irremediablemente habrá que hacer frente es la transición hacia una agricultura sostenible y orgánica.
Por otro lado, ha ocurrido algo verdaderamente trascendente: el convencimiento de que la conservación de la naturaleza, la biodiversidad y los recursos no es ya una cuestión de ideología ecologista, sino de toda la sociedad en su conjunto por su efecto en la economía global y la propia salud de las personas. Se está demostrando que enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer o el cáncer tienen un componente ambiental más importante de lo que podría parecer a priori. Es decir, lo que comemos, respiramos y nos rodea nos afecta.
Ooho! En una pequeña burbuja se almacena agua potable dentro de una membrana comestible a partir de un extracto natural de algas.
Tal vez es hora de asumir que más salud es más ecología y no solo más medicina. En esta misma línea, cada día está más claro que hablar de ecología es hablar de economía. Robert Costanza, padre de la economía ecológica, ha centrado su trabajo en valorar monetariamente los servicios del ecosistema, es decir, cuánto nos costaría suministrar de manera artificial lo que la naturaleza nos da de manera gratuita como la purificación del aire, la recirculación del agua dulce, la regulación de la temperatura o la producción de alimentos.
Aquapioneers es una empresa que desarrolla la agricultura urbana sostenible basada en los principios de la acuaponía.
En su último estudio estima que los servicios del ecosistema duplican el PIB mundial, lo que de nuevo demuestra que hay más razones relacionadas con el dinero que con las emociones en la protección y conservación de la Naturaleza. Sirva el ejemplo más básico, la comida: solo en Estados Unidos el sector agrícola supone entre 50.000 y 100.000 millones de dólares al año, mientras que el valor atribuible a la polinización natural de las abejas supera los 200.000 millones anuales. Una idea de la trascendencia económica que tiene una cuestión ecológica como la paulatina desaparición de estos insectos a causa de los pesticidas utilizados en ese mismo sistema agrícola que trata de “mejorar” su rendimiento mediante métodos sintéticos, y cuyo resultado a medio plazo es enfermedad, destrucción del medio y pobreza.
Flexi-Hex, un envoltorio de cartón 100% reciclable y biodegradable que se presenta en formato súper compacto.
Al haber entendido que la sostenibilidad es una motivación directamente relacionada con el rendimiento económico y el desarrollo social, la gran revolución del diseño de los próximos años será el enfoque positivo, el plantear la arquitectura y el diseño con una perspectiva nítidamente restaurativa. Los castores son los mamíferos con mayor capacidad para modificar su entorno, pero a diferencia de los humanos, con sus construcciones crean ecosistemas de altísimo valor ecológico. Es decir, en su transformación del medio en beneficio propio, el impacto que provocan es más vida, más especies, más prosperidad.
La Meditation House, de MZ Architects, ha sido concebida como un lugar de retiro y contemplación para reforzar el vínculo del espacio habitado con la Naturaleza
Así, al reforestar un monte devastado se logran evitar inundaciones en las poblaciones cercanas, mejorar la fertilidad, la calidad del aire, fijar CO2 y, por supuesto, también obtener los materiales imprescindibles que nos regala el reino vegetal. Los sistemas para recoger los plásticos del mar que se están implementando mejoran la salud del ecosistema a la vez que incrementan el rendimiento pesquero y recuperan materiales para empresas centradas en la circularidad de los recursos, como Terracycle proveedor de materias primas, o Pentatonic, fabricante de productos para el hogar a partir de plásticos reciclados.
Los muebles de Pentatonic están hechos con materiales reciclados
La recreación de humedales en antiguas minas abandonadas genera el ecosistema más rico en biodiversidad y a la vez es una maquinaria de depuración de aguas absolutamente ecológica, eficaz y gratuita. En África, el lugar más castigado por los efectos de la insostenibilidad, se está llevando a cabo uno de los proyectos más impresionantes de la historia de la humanidad: la plantación de un cinturón de acacias de 15 km de ancho y 8.000 km de largo que cruzará el continente de costa a costa. Su objetivo es frenar el avance del desierto, mejorar la gestión de los recursos naturales y luchar contra la pobreza haciendo gala de la máxima que reza que la sostenibilidad es ecológica, económica y social.
La gran muralla verde de África
Como afirma John Thackara, el diseño moderno debe ser un acuerdo entre un 80% de ideas enfocadas en nuevos productos que mejoren el día a día y un 20% dedicado a restaurar las condiciones ecológicas del entorno. Así vemos la humanidad en las próximas décadas: enfrascada de lleno en la era del diseño castor. Seamos realistas y no esperemos más a poner en marcha el cambio hacia los nuevos tiempos.