Si no quieres renunciar al plástico, apúntate a su versión más ecológica
Una nueva generación de productos basados en el reciclaje y componentes naturales demuestra que el plástico no ha dicho su última palabra en materia de sostenibilidad.
Existe una encendida polémica acerca de si hablar de plásticos ecológicos es una realidad o un oxímoron –ya saben, esa figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto–.
Muchos colectivos ecologistas denuncian que hay mucha desinformación acerca de las supuestas bondades de los bioplásticos, alertan contra la política de greenwashing –lavado de imagen– de las marcas y consideran que el único plástico “bueno” es el que no se utiliza.
Pero por otro lado, las ventajas inherentes de los productos plásticos –en especial su ligereza y resistencia– tienen una innegable connotación ecológica: para su almacenamiento y transporte se requiere un embalaje mucho más reducido que en el caso de materiales más “limpios”, pero también más frágiles, como el vidrio, lo que a la postre redunda en un menor consumo de materiales.
Como suele ocurrir en cualquier asunto relacionado con el medioambiente, conviene sopesar muchos factores, y no solo los más evidentes, para determinar si los plásticos tienen o no futuro en nuestra vida. Y a nadie se le escapa que los peros a la nueva generación de plásticos probablemente puedan salvarse en los próximos años gracias a la constante innovación.
Lo que sí es cierto es que si queremos utilizar el plástico con la mente puesta en la protección del planeta debemos aprender a manejar los conceptos de modo adecuado. La mayoría de los denominados plásticos biodegradables necesitan unas condiciones específicas para que se biodegraden que solo pueden producirse en plantas de compostaje industrial. Es decir, el plástico biodegradable no desaparece si acaba en un vertedero o en el mar.
Y el hecho de que procedan de fuentes renovables no significa que en su fabricación no puedan utilizarse sustancias químicas nocivas. Por eso, como consumidores tenemos la responsabilidad de conocer qué tipo de plásticos usamos y asegurarnos de darles el final menos perjudicial para el entorno. Y eso pasa por reciclarlos, reutilizarlos o reducir su uso.