La vida moderna tiene una fijación con resolver los inconvenientes de confort –en este caso, el calor del verano– con más gasto energético, lo que da lugar a más emisiones con efecto invernadero, las cuales provocarán a la postre aún más calor. Es un contrasentido que se puede evitar con mejores productos y con una construcción inteligente que prime las soluciones eficientes.
La búsqueda de la eficiencia energética encuentra respuestas en la sabiduría ancestral. Hace siglos, cuando no existía la electricidad, los pueblos antiguos tampoco se resignaban a sufrir el calor estival. Para favorecer la ventilación cruzada, las viviendas se proyectaban bajo la idea de propiciar corrientes, situando puerta y ventanas en extremos opuestos. En Egipto, que de calor sabían bastante, fueron un paso más allá y construían un canal en el techo para facilitar la evacuación del aire caliente, que de forma natural tiende a ascender.
Para las clases más pudientes había una "tecnología" que se ha repetido desde la antigua china imperial a la milenaria Mesopotamia, pasando por la Grecia y Roma clásicas: las casas de hielo. Esta técnica consistía en construir un pozo profundo y muy bien aislado para almacenar la nieve del invierno, ya fuera caída en el mismo lugar o transportada desde las montañas, de manera que en verano pudiera usarse el hielo como refrigerante. De nuevo, reducir el consumo energético y sus emisiones de CO2 no depende tanto de nuevas tecnologías como de un mejor diseño.
Los materiales son la primera vía de acción. Del mismo modo que para pasar un invierno energéticamente confortable el aislamiento de la envolvente de la vivienda es la solución, para el verano también nos servirá para protegernos del calor. Por eso, no creas que las medidas de rehabilitación en clave de climatización son una estrategia exclusiva de climas fríos. En áreas mediterráneas y del sur, los ahorros en aire acondicionado son suficientes para amortizar la inversión reduciendo las emisiones de CO2 y el importe de la factura.
En cuanto a los sistemas de apoyo mecánico a la climatización, hasta hace bien poco, los gases refrigerantes que se utilizaban en los sistemas de aire acondicionado presentaban un fuerte impacto en la degradación del ozono de la atmósfera, que nos protege de los rayos UV del sol. Desde que en 1989 se firmó el Protocolo de Montreal se han ido sustituyendo de manera progresiva los famosos CFC por otras alternativas menos dañinas hasta que, por fin, en 2015 llegó la eliminación total y el lanzamiento de gases totalmente inocuos con el ozono. Aun así, hay una realidad que no debemos obviar, y es que los restos de estocaje pueden estar utilizándose todavía por fabricantes de dudosa reputación o en "marcas blancas". La mejor garantía es la firma de prestigio, que además de un producto más ecológico aportará un diseño más elegante y mayor durabilidad.
Por lo que respecta a los ventiladores, su consumo y diseño dependerán del tipo de motor que empleen. Los tradicionales de corriente alterna (AC) están siendo sustituidos por los de corriente continua (DC), mucho más pequeños y livianos, extremadamente silenciosos y con un consumo hasta un 70% inferior. Estos nuevos ventiladores de techo permiten un control preciso de la velocidad y una versatilidad de instalación muy superior a los convencionales, lo que nos da una nueva dimensión en el concepto de ventilación y climatización mecánica.