No tienes conciencia cogiendo tantas bolsas de plástico”, le reprocha una mujer de unos 45 años a un anciano de más de 80. “¿A mí me lo dices? Todo este problema lo habéis generado vosotros, nosotros no teníamos plástico ni basura”, le replica este. Mientras tanto, una chica de unos 18 años contempla la escena atónita y exclama “¡menudo fail! Está claro que salvar el planeta es cosa nuestra”.
Esta conversación real vivida en un supermercado en Barcelona enlaza directamente con los datos obtenidos por un estudio realizado por la consultoría de investigación de tendencias Trendsity que destaca que el 76% de los jóvenes de entre 15 y 30 años considera que la crisis ecológica la han heredado de generaciones anteriores, pero que son ellos quienes tienen la oportunidad de generar un cambio positivo.
Billie Eilish, de 19 años, ganadora de 4 premios Grammy, triunfa con canciones sobre su preocupación por el cambio climático.
Según la última encuesta anual Global Shapers Survey publicada por el Foro Económico Mundial, los jóvenes actuales son la generación más concienciada con el cuidado del planeta y conscientes de lo que pueden aportar a la sociedad. Los millennials, y especialmente la nueva generación Z, han nacido inmersos en una crisis ecológica sin precedentes, con mensajes diarios sobre el cambio climático, la devastación de los incendios, los plásticos del mar, la extinción de las especies... Son “nativos sostenibles”; saben que, de su modelo de consumo y aspiraciones vitales depende la evolución de la sociedad y la salud del planeta.
Hay un número cada vez mayor de jóvenes que están dando un giro real a su manera de consumir y no necesariamente es evidente a simple vista. Si los hippies de los años sesenta o los punks de los setenta eran muy ostentosos en su actitud antisistema, los nativos sostenibles visten de manera convencional, estudian, trabajan y se asean con la frecuencia que marcan los cánones sociales de su entorno. Su revolución va mucho más allá, es más sincera y, por eso, más esperanzadora.
El activismo del movimiento Juventudes por el clima o Fridays for Future, liderado por Greta Thunberg, ha sido reconocido incluso por el Club de Roma o Amnistía Internacional.
Los nuevos adultos nacidos durante la década de los noventa y la primera de 2000 tienen mucho que decir. ¿Cuál es su actitud frente al consumo y cómo ven eso de que les llamen la “generación Greta”?
“La mayoría somos muy normales, pero no vemos el mundo como nuestros padres”, comenta Carlota Garriga, de 21 años. “¡No hace falta tener el ecoego de Greta ¿eh? Un día te viene el clic y no sabes por qué. ¡Pero es que haces clic porque ves que está todo ya que hace crack! Llevas años consumiendo información. Y, de repente, entre los 18 y los 20 te planteas tu existencia. Es un clic de comida, de ropa, de volar o no volar, de ir en bici, de ir en tren cuando vuelvo a mi pueblo y dejar el coche, de no consumir en grandes multinacionales. Empiezas y ya está. No es tan complicado, pero sin el clic no te esfuerzas. Primero lo sabes y después lo sientes. Eres consciente, pero no haces nada, aunque lo sepas. Pero un día te sientes mal; del cerebro al corazón hay un vínculo y conectas”.
Según el barómetro Juventud y Género del año 2019 del Centro Reina Sofía, la defensa del medio ambiente es la primera causa social para el 70% de los jóvenes españoles.
Miguel Álvarez, de 25 años, considera que los jóvenes no son héroes. “A ver, ¡lo haces por ti! ¿Que lo que haces tiene un impacto positivo? pues sí, pero lo haces porque tienes conciencia, ves el mundo como está y da miedo. Hace un año decidí que no iba a tener hijos por el cambio climático, y mis amigos están igual”.
En el mismo sentido abunda Albert Sala, de 27 años. “Dicen que nosotros estamos concienciados, pero yo creo que lo nuestro es lo mínimo. ¿Has visto la serie de televisión Big little lies? ¡¡¡Aparecen niños de 8 años con depresión por el cambio climático!!!”.
Carlota prefiere eludir el discurso catastrofista. “Tienes que ir por lo bueno. Como la copa menstrual, por ejemplo. ¡Ese objetito ha hecho que las mujeres seamos muy felices y es infinitamente más sostenible! ¡Pues ahí!
¡Y ser vegetariano o comprar menos ropa es más barato! Y ya si llegas a olvidarte de las vacaciones a destinos de ensueño de cada año pues te quitas el estrés y las tonterías. Hazte la vida fácil. ¡Sustainable convenience!”.
La revista Science llegó a publicar un artículo confirmando que las protestas juveniles contra el cambio climático se ajustan a los criterios científicos.
Su actitud hacia el mundo corporativo y laboral también es crítica. “Hay algo que tenemos muy claro, y es que quien manda son las empresas. Eso lo sabemos todos”, afirma Albert. “Lo primero es cambiar donde trabajas y lo que compras, y así puedes cambiar el curso del planeta. No vale el discurso de que votar sea el poder. Como mucho, un fifty fifty. Porque, aunque la responsabilidad sea de los políticos, nos la han pasado a nosotros”.
“Yo, por ejemplo, no pienso trabajar en una empresa que no tenga un impacto positivo en el planeta”, sostiene Miguel. “Al final es un razonamiento egoísta. Todo es por coherencia con mi conciencia, porque el que yo recicle o no tiene un impacto muy pequeño, y lo sé, pero lo que hacemos en la empresa en la que trabajo sí tiene un impacto real, porque fabricamos el producto de una manera supereficiente y con valores sociales. Me satisface formar parte de la solución”.
Frente a la ostentación antisistema de los hippies y los punks, el activismo de las nuevas generaciones es más pragmático y posibilista.
Para Albert, cobrar conciencia de las consecuencias de su trabajo fue un shock. “Trabajaba en la empresa de mis sueños, lo hacíamos todo superecológico y bien, pero de repente nos dijeron que el año había sido un éxito: habíamos vendido 47 millones de unidades de nuestro producto estrella. ¡Brutal! Eso son unas 200.000 toneladas de materiales consumidos. Reciclados, ecológicos y lo que sea, pero es insostenible. Ahí vi que por muy bien que lo hiciéramos, el volumen no era sostenible. Y entonces ves todo en su magnitud y comprendes que no tiene sentido hacerlo de un material o de otro; que el problema es el consumo. Y entonces lo cambié todo. No compro ropa nueva, solo de segunda mano o de intercambio, y soy vegano. Los viajes me los miro con lupa. No cojo un avión si no es imprescindible y como vivo tan lejos de casa, al final mi viaje al año es para ver a mi familia en Navidad y el resto donde el tren me lleve. Y soy muy feliz. ¡Ah! Y he cambiado de trabajo; nada de grandes empresas ya.
Es cierto que los jóvenes sin cargas económicas o incluso todavía bajo la cobertura familiar tienen un margen mucho más amplio para el activismo que otras franjas de edad, pero a diferencia de planteamientos más o menos revolucionarios de otras épocas, los nativos sostenibles enfocan su militancia ecológica desde las lógicas del consumo, empresariales y desde un posibilismo muy real.
Estamos en sus manos y eso nos debería dejar más tranquilos. No es solo una buena cantera la que tenemos, sino un montón de buenas personas que pronto estarán al mando del mundo. Después de escucharles, mejor que sea cuanto antes.