Si algo nos está enseñando la guerra en Ucrania y la crisis mundial del suministro de energía es que ya no podemos poner todos los huevos en la misma cesta de las fuentes de origen fósil; y máxime cuando estas proceden de países que pueden utilizarlas como arma política y económica. La diversificación de recursos y la descentralización en su aprovechamiento cobran una importancia fundamental para recuperar autonomía productiva, revertir el aumento exponencial de los precios y contribuir a la descarbonización del planeta. Y esto no solo atañe al lugar donde se capta la energía, sino también a la tecnología necesaria para hacerlo: el Sol que sale cada día es nuestro –y además en abundancia en nuestra latitud–, pero la mayoría de los módulos e inversores de las instalaciones fotovoltaicas vienen de lejos; de China mayoritariamente.
¿Cuál es la situación de España en cuanto a energías renovables?
España, en teoría, está bien posicionada para lograr este objetivo. Según el Informe de Energías Renovables 2021 publicado recientemente por Red Eléctrica Española (REE), nuestro país fue el segundo a nivel europeo que más energía eléctrica generó a partir del Sol y el viento el año pasado, solo por detrás de Alemania. Nunca antes las fuentes renovables generaron tanta electricidad en España como lo hicieron en 2021, cuando hasta el 48,4% de la demanda peninsular fue atendida por ellas. La producción eólica creció en un 10% con respecto a 2020; la fotovoltaica, un 37%. Más del 10% de la electricidad generada el año pasado fue de origen solar.
Sin embargo, cuando hablamos de esas magnitudes nos referimos a grandes plantas productivas: parques eólicos, huertos solares o centrales termosolares. En cambio, nuestro país flaquea en un frente fundamental para la transición energética: el doméstico. Apenas un 0,1% de los hogares españoles dispone de una instalación para producir energía renovable, térmica o fotovoltaica. Una situación que contrasta con la de otros países europeos menos privilegiados con el clima –Alemania recibe la mitad de horas de sol al año que España, 1.600 frente a 3.000–, pero mucho más concienciados, con casi 80 veces más de instalaciones residenciales.
La energía eólica aportó el 23% de toda la electricidad generada en 2021 en España, liderando el mix energético, según datos de Red Eléctrica Española (REE). La eólica es también la tecnología del sistema energético español con mayor potencia instalada, con un total de 28.073 MW. Los modernos aerogeneradores domésticos son capaces
de producir electricidad a partir de un régimen de viento de solo 1 m/s.
Hasta ahora, porque esta situación sin duda va camino de cambiar radicalmente con la situación actual, en la que a la crisis de suministro se une el fin de los nubarrones que se cernían sobre el autoconsumo y unos precios de las energías renovables cada vez más competitivos que permiten la amortización de la inversión en plazos mucho más razonables. Según la firma SolarProfit, el coste de una instalación fotovoltaica para una vivienda de 100 m2 puede rondar los 8.000 €, y su plazo de amortización oscila entre los cinco y los diez años dependiendo de la zona geográfica de la península ibérica.
Energía eólica
La energía eólica es la otra gran pata que puede contribuir al despegue definitivo del autoconsumo en nuestro país. De hecho, muchas instalaciones particulares combinan la producción fotovoltaica y eólica para reforzar su capacidad productiva y autonomía. Los minigeneradores eólicos tienen un bajo coste de operación y mantenimiento y una elevada fiabilidad. Por otro lado, su impacto visual y ambiental es obviamente mucho más reducido que el de los grandes aerogeneradores distribuidos en el campo o en el mar. Y más si prosperan propuestas como la del diseñador Joe Doucet, que ha creado un "muro eólico" que puede integrarse en las fachadas; o el proyecto de turbina eólica sin aspas que ha desarrollado la startup española Vortex Bladeless.
Energía geotérmica
Menos conocida, pero igualmente interesante, es la energía geotérmica, que aprovecha el calor del interior de la tierra para alimentar sistemas de climatización y agua caliente sanitaria (ACS) o también para generar energía eléctrica renovable. Además, la geotérmica cuenta con la ventaja frente a la fotovoltaica y la eólica de que no depende del grado de soleamiento o el régimen de vientos ya que la temperatura a 150-200 metros de profundidad –que es a la que se suele perforar para instalaciones domésticas– es siempre constante. Energía limpia e inagotable las 24 horas del día, los 365 días del año.
"El hidrógeno verde puede aportar el 20% de la reducción total necesaria de CO2 para 2050", Informe Hydrogen for Net-Zero
La eliminación del llamado “impuesto al Sol” –una tasa que debían pagar los usuarios de autoconsumo por conectarse a la red– ha espoleado este tipo de instalaciones que generan electricidad a partir de paneles fotovoltaicos o minigeneradores eólicos.
Aerotermia
Otro recurso que tiene consideración de energía renovable es la aerotermia, una tecnología limpia que extrae gratuitamente hasta un 77% de la energía ambiental del aire también para climatización y ACS. Ello es posible incluso a temperaturas bajo cero ya que cualquier temperatura por encima del cero absoluto (-273,15 ºC) contiene energía que un equipo de aerotermia puede utilizar. Este sistema es compatible con radiadores tradicionales, suelos radiantes y bombas de calor.
Hidrógeno a través de la electrólisis del agua
Acerca del hidrógeno se están generando grandes expectativas hasta convertirlo en un elemento básico de la transición energética. Hay que tener en cuenta que, a diferencia de las otras fuentes renovables, el hidrógeno no está disponible en la naturaleza de forma libre, lo que implica procesos de transformación para su obtención que requieren consumo de energía. Por eso, como señala la Fundación Renovables, el único hidrógeno sostenible es el generado a través de la electrólisis del agua con electricidad 100% renovable, por lo que su producción debe realizarse en los puntos tan próximos como sea posible a su consumo. Los organismos internacionales señalan la madurez de esta tecnología en torno a 2030, pero ya se está experimentando con aplicaciones domésticas. La empresa Rinnai Corporation ha presentado recientemente el primer calentador de agua alimentado con hidrógeno, e investigadores de la Universidad KU Leuven en Bélgica han creado unos paneles que producen hidrógeno a partir del Sol y del vapor del agua del aire. Como el hidrógeno puede almacenarse durante más tiempo que la electricidad de una batería, su aprovechamiento supone una oportunidad para que los consumidores den el paso hacia la autoproducción para calentar, conducir o usarlo como materia prima para sustituir a las energías fósiles.