Hace veinte años, hablar de sostenibilidad en una revista de diseño era una novedad. Arquitectura y Diseño se convirtió en la rara avis de su género, peculiaridad que ha sabido mantener a lo largo del tiempo con el rigor y la accesibilidad del mensaje como guía. En la actualidad no existe publicación que no muestre continuamente mensajes sobre la sostenibilidad. Si bien es algo positivo, la amplificación también tiene sus riesgos. En esta época de urgencia ecológica también vivimos en esa inmediatez informativa que nos hace caer una y otra vez en las fake news, la viralización de contenidos sin contrastar y las modas.
A finales de los años noventa y comienzos de la década de 2000, el ecodiseño irrumpió como una disciplina de las ciencias ambientales que identificaba los problemas de la producción industrial y trataba de dar respuesta desde el cuestionamiento de los principios básicos del sistema y sus reglas. Después de numerosas experiencias piloto, que mayoritariamente partían de iniciativas públicas y académicas, las ciencias ambientales entendieron que necesitaban diseñadores de producto para poder integrar de manera eficaz las recomendaciones y mejoras en clave de sostenibilidad. Y funcionó. Los ambientólogos asimilaron la transdisciplinariedad de manera natural.
Tras varios años hubo un parón que muchos interpretaron como un fracaso, pero visto con perspectiva más bien fue un receso para tomar más fuerza. Lo que se conocía como sostenibilidad pasó a ser economía circular, y con el cambio de término vino la incorporación de la industria y la empresa. Era el momento de que los diseñadores tomaran la iniciativa. Los que nos dedicamos desde hace años al ejercicio del diseño y la consultoría en sostenibilidad, como es mi caso como director de OiKo Design Office y como investigador universitario, podemos dar fe de ello. Los últimos cinco años han supuesto un cambio radical en la percepción de los clientes sobre los aspectos ambientales. Ya sea por impulso de una legislación más exigente, por la presión de los consumidores o directamente por conciencia personal, es una realidad palpable.
El cambio real
Si bien en el origen de la experiencia del ecodiseño fui uno de esos diseñadores que entraban en los departamentos de ciencias ambientales, hoy en día profesionalmente me encuentro en el otro bando. Como consultor ambiental veo la dificultad que existe para llevar a cabo una transición real, efectiva y con visión de sistema. Puedo decir que en el proceso de la integración transdisciplinar, al diseño le está costando dar el paso que las ciencias ambientales dieron hace años.
Quizá sea solo una opinión personal, pero creo que los diseñadores tendemos a tocar muchos palos y a saber de todo un poco. Es algo positivo, pero también es peligroso dar por supuesto lo que tan solo es una intuición, una percepción o un estado de opinión general, pero que sin embargo requiere de la neutra objetividad científica. Esta cuestión es una asignatura pendiente, y esperemos que para el próximo aniversario podamos hablar de que la década de 2020 fue la de la integración definitiva entre el diseño y las ciencias a favor de la sostenibilidad.
Asumir la complejidad
Durante estos años hemos sido testigos de cómo las modas han envuelto incluso la propia ecología de los materiales. En el año 2000 la madera no se consideraba un material precisamente ecológico. Aún arrastraba la imagen de las talas masivas y la deforestación, y resonaba la llamada de Phillippe Stark para que "los materiales de síntesis salven la naturaleza" en clara alusión a que los muebles de plástico evitan la deforestación al no necesitar madera. Sin embargo, la promoción de los certificados de explotación forestal sostenible hizo que, en la década posterior, las maderas se convirtieran en sinónimo de sostenibilidad mientras que las imágenes de los residuos plásticos ahogando el mar han convertido a estos materiales en el archienemigo de todo lo que pueda considerarse ecológico.
Pues bien, ni una cosa ni la otra. Las maderas pueden provocar pérdidas de biodiversidad y desertización, y a la vez pueden ser el material más eficiente, renovable y fabuloso. Al igual que los plásticos pueden contaminar sin remedio y a la vez reducir las emisiones por su ligereza y resistencia. A día de hoy, y desde el máximo rigor y objetividad, podemos concluir que la sostenibilidad es cuestión de ciencia y no de modas. No hay absolutos. No hay buenos y malos absolutos. El planeta es complejo y el diseño también debería serlo.
Divulgación: el valor de la persistencia
En las páginas de Arquitectura y Diseño hemos expuesto todos estos años aspectos ambientales desde diferentes puntos de vista, y siempre tratados por expertos. Además, desde 2016 publicamos de forma ininterrumpida el Cuaderno Eco, una sección en la que se trata con el rigor de la ciencia y la cercanía de la divulgación temas relacionados con la ecología del diseño de manera monográfica. Hemos hablado de ecoetiquetado, de reciclaje, de los plásticos, de las maderas; hemos tratado de resolver dudas sobre la producción de energías renovables, sobre cómo enfocar una reforma de manera sostenible, sobre las metodologías de cuantificación de emisiones de CO2 y tantos otros temas.
Ciencia vs. creencia: la innegable verdad
Cuando nació esta revista, el cambio climático aún era cuestionado por muchos sectores políticos y periodísticos, e incluso era común ridiculizar a los estudiosos del clima llamándoles "calentólogos". Durante estos años, la cruda realidad ha hecho reducir el negacionismo a grupúsculos escorados hacia movimientos populistas, que no dudan en continuar haciendo el ridículo torpedeando los pequeños avances que se tratan de dar tanto contra el cambio climático como en la protección del medioambiente en general.