Ha llovido un poco desde que en 1984 Charles W. Hull, fundador de la empresa 3D Systems, inventara la estereolitografía, el proceso que permite crear un objeto tridimensional a partir de datos digitales. A finales de los años noventa y comienzos del nuevo siglo, la impresión 3Dparecía causar furor: no había estudio de diseño o arquitectura que se preciara de avanzado que no contara con un equipo de sobremesa.
Pero, al margen de algunas aplicaciones espectaculares en medicina –como la impresión de órganos y prótesis humanas–, las limitaciones de formato y el hecho de que se utilizaran para poco más que la realización de prototipos amenazaba con relegar esta tecnología a poco más que una virguería tech de dudoso provecho general. Ahora, una nueva generación de creadores y empresas parece haber dado al fin al 3D su razón de ser como alternativa real a la fabricación tradicional.
Impresión 3D de la colección Textured, de Oliver van Herpt
Una de estas empresas es la española Comme des Machines, proveedora de firmas como Loewe, Mango, Nike, Helena Rohner o Reebok, entre muchas otras. Según Aran Azkarate, cofundadora y directora ejecutiva, cuando la empresa nació en 2016 identificaron un problema en la fabricación tradicional y las cadenas de suministro existentes.
"Solo existían dos posibilidades: la artesanía pura y dura, relegada a una tipología muy concreta de productos debido a su naturaleza y capaz de afrontar únicamente una cantidad muy limitada de productos, y la producción a escala en talleres de Oriente (China principalmente), con todo lo que eso supone a muchos niveles, desde cuestiones geopolíticas a medioambientales. La impresión 3D es una nueva forma de hacer a caballo entre la artesanía y la industria. Porque tiene lo mejor de ambas: la posibilidad de fabricar de forma flexible, personalizada y sostenible propia de la artesanía, pero con la agilidad y capacidad de respuesta de la industria. Y porque dinamita esa dicotomía entre mano o máquina. Si queremos crear una nueva forma de hacer las cosas hay que huir de las polaridades estériles que sofocan la innovación, ser audaces y atreverse a discurrir por nuevas líneas de pensamiento. Solo desde ahí seremos capaces de construir de forma más creativa, justa y adaptable".
Tejido 3D Flex, de Comme des Machines
A otra escala
Ignacio Viguera, cofundador de la también española Nagami, con colaboradores destacados como Ross Lovegrove, Patrick Schumacher,Manuel Jiménez García y Héctor Serrano, incide asimismo en la personalización y capacidad de adaptación como ventajas principales del 3D. Centrándose en el plástico, el material más extendido y evolucionado en esta tecnología, él señala dos diferencias fundamentales respecto de la fabricación convencional.
"La primera es la propia condición geométrica o estructural de cada producto. Hay objetos que solo pueden producirse de forma convencional mediante inyección en moldes, y hay otros en los que la impresión tridimensional tiene sentido porque es inviable realizarlos con un molde si no se usan otras técnicas complementarias que añaden complejidad al proceso. En segundo lugar, en la industria convencional la utilización de moldes para inyección de piezas de plástico implica costes iniciales muy elevados que hacen necesaria la producción de cientos de miles de piezas iguales para poder abaratar el coste final del producto. Con el 3D, el coste de desarrollo de un producto es infinitamente inferior al de la fabricación tradicional, permitiendo tener productos personalizados para cada cliente; tanto que, a veces, se trata de piezas únicas e irrepetibles".
Casa Tecla en Massa Lombarda, Italia, de Mario Cucinella y WASP
Pero seguramente ha sido su aplicación en la construcción lo que ha supuesto un salto adelante exponencial para esta tecnología. Proyectos como la casa Tecla, del arquitecto Mario Cucinella con la empresa WASP, o el barrio que el estudio BIG Architects liderado por Bjarke Ingels ha diseñadoen Austin, Texas, junto con la firma ICON, actualmente en fase de realización, demuestran de lo que es capaz el 3D cuando salta de los pupitres a las grúas robotizadas.
Realizada con tierra extraída del propio sitio donde se levanta, Tecla ejemplifica, en palabras de su autor, "cómo se pueden construir viviendas de kilómetro cero y reciclables. Ya no se necesita transportar material ya que se puede utilizar el del propio lugar. Esto significa una reducción enorme del impacto económico y ecológico en el medioambiente".
Casa Tera, de AI Space Factory
Sostenible por naturaleza
Cucinella ve un claro beneficio para países en desarrollo, que deben hacer frente al crecimiento de la población sin materias primas ni recursos. "En lugar de enviarles contenedores de materiales estaría bien llevarles la innovación en forma de impresoras con las que podrían crearlo todo. Al fin y al cabo, el propósito de este proyecto es encontrar un modo de empatizar con el clima y el entorno, porque son los que dictan las normas e imponen el tipo de arquitectura; algo tan viejo como el mundo". Y es que, según sus defensores, estamos hablando de una tecnología intrínsecamente sostenible. No en balde también se la conoce como fabricación aditiva, puesto que solo emplea el material necesario, sin generar residuos durante el proceso y sin producir más de la cuenta.
Proceso de impresión de los elementos que forman la nueva tienda de Ecoalf en Las Rozas Village, proyecto en colaboración con Nagami
Según Aran Azkarate, "para convertir los deshechos en materia prima necesitamos una herramienta que sea capaz de hacer algo con ellos. La impresión 3D juega un papel fundamental en este sentido. Hoy trabajamos con materiales producidos a partir de residuos de muchos tipos: café, cerveza, mejillones, neumáticos... Imaginemos si lo lleváramos un poco más lejos: que las empresas pudiesen transformar sus propios desperdicios en materia prima. La impresión 3D no solo nos aproxima a las necesidades de la era digital; también nos acerca al proceder de la naturaleza, lo cual es aún mejor ya que lleva testando su eficiencia más tiempo que nadie".