De lo que se come se cría. Hoy, este dicho, más que un viejo refrán es una realidad tangible. Nuestra salud y ánimo están relacionados con la alimentación. La proliferación de las dietas alcalinas, libres de transgénicos, bajas en azúcar o en grasas, buscan mejorar la salud a través de lo que comemos. Además de nutritivos, es fundamental que los alimentos estén libres de pesticidas, por lo que pasarnos a una cesta de la compra orgánica es cuestión de salud más que de ecología.
Pero de nada servirá comer los mejores alimentos si los cocinamos de manera inadecuada o los juntamos con materiales que puedan “contaminarlos”. Los envases plásticos no son utensilios adecuados para calentarlos por ningún método, ni siquiera el microondas. Tan solo la silicona de platino es un material inerte a temperaturas elevadas que podría utilizarse de manera segura incluso en el horno.
Para embalajes o contenedores en contacto directo con los alimentos, el polipropileno (PP) es el único plástico cuya estabilidad está garantizada, y como en general todos los plásticos nos parecen iguales, un truco para identificarlos es buscar su número en la base. Si miramos la parte inferior podremos localizar el número 5 que aparece dentro del triangulo de mobius que nos indicará que, efectivamente, es PP. El resto de plásticos, en mayor o menor medida, son potencialmente sensibles a migrar tóxicos, por lo que es preferible evitarlos.
La percepción del consumidor es clave en el proceso de selección de alimentos y utensilios para su elaboración, por lo que mejorar el carácter saludable de la alimentación también puede enfocarse desde el punto de vista del diseño, como argumenta la promotora de Food Design Puri García Segovia. En opinión de esta experta, la interacción con los aspectos emocionales de la comida y sus posibles efectos sobre la salud estará determinada por las decisiones de diseño que se tomen, ya sea a nivel de utensilios como de packaging o entorno.
Y ya se sabe que cuando el diseño entra en un sector, la innovación comienza a dispararse y las aplicaciones se multiplican. El sistema SCiO es un espectómetro de uso doméstico que permite escanear los alimentos o los materiales para detectar su composición y decantarnos por la opción más sana. Y si no terminas de fiarte de lo que compras por ahí, lo mejor es que lo cultives tú mismo en casa. El sistema Droponic incorpora la técnica agrícola moderna para el ámbito doméstico. Y tan importante es el alimento como su preparación, por lo que heredar la sabiduría tradicional de la cocina al vapor en modernos objetos de diseño, como los propuestos por JIC, es un paso importante.