Parece de Perogrullo echarle la culpa de la escasez del agua al cambio climático. Y es así, pero eso no disminuye la responsabilidad que como humanos tenemos en el problema y en otros factores igualmente importantes como el mal uso y el desperdicio de este preciado recurso por culpa de deficientes sistemas de distribución o a la contaminación, particularmente en relación a los plásticos, que ejercemos sobre los ríos y mares. Por eso hay cierta esperanza de recuperación ya que hay algunas cosas que aún podemos cambiar.
Respuesta múltiple
Y en ello están los diseñadores, dando muchas y variadas soluciones a cuestiones como la desalinización (Henry Glogau, Gabriele Diamanti), el filtrado (Shneel Malik, Olivier de Gruijter, Marre Moerel), el transporte (Pettie Petzer y Johan Jonker), la extracción de agua de la atmósfera (Studio Ronnenberg, Arturo Vitori), la recogida del agua de lluvia (Studio Sway, Curro Claret, Jordi Canudas) o las alternativas a las botellas de plástico de un solo uso en forma de jarras (Alexander Kirkeby, Max Enrich, Jaime Hayon, Omayra Maymó) o botijos (Martín Azua, Miguel Milá, André Ricard), además de las botellas para rellenar (Closca, LARQ).
Por suerte, ya existen empresas que, alertadas sobre estos problemas, empiezan a diseñar productos alternativos, como Roca y su lavabo que recicla el agua para la cisterna, y a usar los plásticos recogidos del mar como materia prima ya sea en forma de tejidos o de mobiliario: Ecoalf, IKEA, Adidas, Andreu World, GAN, Vepa... La exposición no se olvida tampoco de los aspectos más románticos del agua, mostrando algún proyecto, como la fuente de Arthur Hoffner, donde se exalta su lado más poético como origen de placer para los sentidos.