En 2050 el 67% de la población mundial vivirá en ciudades, según datos de la ONU; o lo que es lo mismo, casi 6.500 millones de habitantes de los 9.600 millones que se calcula poblarán la Tierra por esas fechas. Lograr que toda esa gente viva en unas condiciones mínimas de confort sin esquilmar los recursos del planeta quizás se antoje hoy una quimera, pero es el único camino posible para impedir que las pesadillas distópicas llevadas al cine (Cuando el futuro nos alcance, 1997 rescate en Nueva York, Blade Runner...) se hagan realidad.
Con el objetivo de sensibilizar sobre la cuestión y proponer un crecimiento sostenible de las ciudades, la Asamblea General de la ONU instituyó en 2013 el 31 de octubre como Día Mundial de las Ciudades. Este año, las Naciones Unidas han elegido el tema Ciudades Inclusivas, Desarrollo Compartido para resaltar el importante papel de la urbanización planificada como una fuente de desarrollo global y de inclusión social.
Las grandes aglomeraciones urbanas son ingentes consumidores de energía; se calcula que consumen cerca del 75% de la energía global primaria y emiten más de la mitad de los gases de efecto invernadero, porcentaje que alcanza el 80% si se incluyen las emisiones indirectas provocadas por sus habitantes. Los edificios son los principales responsables de este consumo, tanto en su fase de construcción como a lo largo de su vida útil. En Europa suponen alrededor del 40% de la demanda de energía primaria y son los responsables del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por tanto, es inviable pensar en ciudades sostenibles sin tener en cuenta el factor energético y el sector de los edificios.
En consonancia con toda esta problemática, desde hace años se habla del concepto de Smart City o ciudad inteligente como aquél en el que la confluencia de las nuevas tecnologías puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas e impulsar un nuevo modelo de urbe. La innovación social, la gestión inteligente de infraestructuras y servicios, la mejora de la movilidad urbana o la gestión de la eficiencia energética en sectores como la edificación son algunas áreas de trabajo alrededor de lo que se define como ciudad inteligente.
Sin embargo, el concepto de Smart City todavía genera dudas y controversia; primero, porque queda todavía por definir su verdadero alcance (¿cuándo una ciudad pasa a considerarse "inteligente"?); y segundo, porque como ocurre a menudo, las ambiciosas formulaciones teóricas no siempre consiguen trasladarse a la realidad, como demuestra el relativo fracaso de la que estaba llamada a ser la primera ciudad alimentada exclusivamente con energía renovable, Masdar City en los Emiratos Árabes Unidos, proyectada por el estudio de Norman Foster.
Por eso, el congreso Smart City in Focus, celebrado en septiembre de 2015 en la ciudad china de Yinchuan, donde se dieron cita 105 países, puso el foco en el aspecto que debe ser considerado el centro de las ciudades sostenibles e inteligentes: los ciudadanos y las necesidades reales de estos en un nuevo modelo de ciudad. Porque de nada sirve que los edificios cuenten con las instalaciones y tecnologías más avanzadas y eficientes si sus habitantes no están concienciados de sus ventajas.