Puede decirse que todo comenzó aquí, cuando a mediados de los años setenta empezaron a llegar voces de alarma desde la comunidad científica sobre la disminución de la capa de ozono que nos protege de la radiación ultravioleta del sol. La acumulación de pruebas a partir de los años ochenta movió a la comunidad internacional a actuar, implementando medidas para que la actividad humana y, especialmente, la industria, el transporte y la construcción –los grandes "sumideros" de energía–, reduzca su huella ambiental.
Desde que a finales de esa misma década, y a través del Convenio de Viena y su posterior Protocolo, se pusieron en marcha una serie de actuaciones, y un calendario cuyo cumplimiento fue exhaustivo para salvar la capa de ozono, el éxito en la recuperación paulatina del “agujero” ha sido un referente. Tal es así que los científicos estiman que en unos 20 años se habrá cerrado, con las consecuencias positivas que ello conlleva para la protección de la salud humana y de los ecosistemas. La celebración el 16 de septiembre del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono nos recuerda que no hay que bajar la guardia y continuar apostando, entre otras cosas, por edificios energéticamente más eficientes.
Las actuaciones llevadas a cabo han contribuido enormemente a poner en marcha otras iniciativas mundiales posteriores, dirigidas a un objetivo común y de vital importancia: hacer frente al calentamiento global. Para Albert Grau, gerente de la Fundación La Casa que Ahorra, “esta realidad permite ser optimistas en la consecución del principal reto que tiene el planeta”, y que solo puede afrontarse apostando por la descarbonización del modelo económico y de desarrollo.
Frente al cambio climático Europa tiene el objetivo conjunto de reducir un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero de los sectores difusos en el año 2030 (respecto a los niveles de 2005). Este objetivo, en el caso de España, es del 26% y para su consecución es necesario establecer un marco ambicioso de objetivos de reducción.
Y como sucedió con la capa de ozono, la legislación puede jugar un papel fundamental para hacer frente al reto del cambio climático. En este sentido, España ha anunciado la aprobación de una Ley de Cambio Climático y Transición Energética que debe establecer objetivos de reducción de emisiones ambiciosos y proponer medidas de mitigación y adaptación en todos los sectores, entre ellos, en la edificación.
Sin embargo, el proceso de generación de este marco legal necesario parece avanzar más lento de lo esperado (no se prevé para antes de finales de 2018), por lo que algunas comunidades autónomas como Cataluña se han adelantado a este proceso, aprobando su propia Ley de Cambio Climático y una senda hacia la descarbonización en 2050.