El agua como recurso infinito
El 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua bajo el lema del aprovechamiento de las aguas residuales
Mientras en el primer mundo el gesto de abrir el grifo y obtener agua potable nos parece elemental, aún hoy más de 663 millones de personas viven sin un suministro de agua segura cerca de su casa, pasan innumerables horas haciendo colas o caminando a fuentes lejanas y haciendo frente a los impactos en la salud del uso de agua contaminada, según datos de la Fundación Aquae.
Globalmente, más del 80 % de las aguas residuales vuelve a fluir hacia el ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas, y 1.800 millones de personas utilizan una fuente de agua potable contaminada con heces con el riesgo de contraer enfermedades como cólera, disentería, fiebre tifoidea o poliomielitis. Esta es la causa de alrededor de 842.000 muertes cada año.
Por eso, Naciones Unidas quiere llamar la atención sobre la problemática de las aguas residuales convirtiendo este tema en eje central de la celebración el 22 de marzo del Día Mundial del Agua 2017. Esta iniciativa se alinea con el punto 6.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) del Programa de las Naciones para el Desarrollo (PNUD), el cual establece como objetivo “mejorar la calidad del agua, reducir la contaminación, eliminar los vertidos y minimizar la liberación de productos químicos y materiales peligrosos, reducir a la mitad el porcentaje de aguas residuales no tratadas y aumentar sustancialmente el reciclaje y la reutilización segura del agua”.
Las aguas residuales son también un recurso potencial y su uso o reciclado después de un tratamiento adecuado puede tener beneficios económicos para los consumidores y la industria. Máxime cuando tenemos en cuenta que para 2030 la demanda mundial de agua habrá crecido un 50 %, concentrándose mayoritariamente en las áreas urbanas, lo que supondrá todo un reto logístico en términos de captación, transporte, tratamiento y suministro.
Los proyectos, iniciativas y productos que ilustran esta información demuestran que la reutilización y el aprovechamiento eficiente del agua pueden contribuir al desarrollo social de las zonas más desfavorecidas del planeta y a una economía circular que integre como un bien útil lo que ahora entendemos como residuo, eliminando el despilfarro de la ecuación.