Nadie daba un duro por ellos, y eso que, me atrevería decir, los taburetes nos llevan acompañando desde que aún no éramos ni homo sapiens. Si vienen buscando una perorata que les convenza para tener un taburete de diseño en medio del salón, no la encontrarán. Entiéndame, poco les puedo decir sobre la complicación en el diseño: es nula. Cualquier trozo de madera por aquí o una piedra donde apoyar las posaderas por allá podría servir como asiento.
Entonces, ¿dónde está el misterio? ¿Por qué los taburetes se han convertido en el must de diseñadores consagrados, emergentes y editoras de muebles de todo el mundo? Podríamos ponernos utilitarios, y decir que van muy bien para colocar las plantas, como asiento extra si viene una visita o incluso para alcanzar, por ejemplo, las copas heredadas que reposan en el último estante de la cocina. Pero no. Lo verdaderamente sorprendente es que los taburetes se están convirtiendo en piezas de mobiliario cotizadísimas en las que ni se nos ocurriría sentarnos. y que en ocasiones, cuestan más que una escultura.