La que es probablemente una de las sillas más reconocibles del paisaje habitual de las oficinas modernas nació, curiosamente, como un mueble de exterior. En 1957, la pareja creativa formada por Charles y Ray Eames, en colaboración con Alexander Girard, recibió el encargo de diseñar piezas outdoor resistentes y a la vez confortables para la casa de un coleccionista de arte en Columbus (Indiana) proyectada por Eero Saarinen. El aluminio y los textiles sintéticos, dos materiales especialmente resistentes a la intemperie que emergieron del esfuerzo bélico de la Segunda Guerra Mundial, eran una elección lógica para dar forma a la propuesta. El resultado fue la Aluminum Chair, que por su robustez y elegancia pronto saltó de su uso original al mundo de la oficina, un entorno igualmente exigente.
En su diseño, los Eames volcaron la misma maestría que habían demostrado anteriormente al crear innovadoras técnicas de producción con la madera contrachapada, el alambre y el plástico. Así, se alejaron del principio de una carcasa para el asiento y optaron por tensar un panel de tela o cuero entre dos piezas de aluminio para crear un asiento firme, pero al mismo tiempo flexible. Todos los detalles de la génesis de esta emblemática colección, que actualmente producen Herman Miller y Vitra –esta última con la denominación Aluminium Group, añadiendo una i–, puede seguirse en la exposición online The Ever-Evolving Eames Aluminum Group, lanzada por The Eames Institute of Curiosity.