Aunque Isamu Noguchi (1904-1988) es conocido como el escultor de la luz, es mucho más que el autor de las Akari Light Sculptures. A este polifacético artista no había disciplina que se le resistiera: saltaba de la escultura al mobiliario y de la cerámica a los jardines con la agilidad de un bailarín. Visitamos el museo que le rinde homenaje.
Léonie Gilmour, madre de Noguchi y novelista, dejó escritas varias anécdotas de su hijo. Una de ellas hace referencia a la habilidad que demostró Isamu con las manos desde una temprana edad y que se manifestó por primera vez cuando esculpió una olla de arcilla esmaltada en color azul.
Foto: Slowkind
The Noguchi Museum nos permite ser testigos de sus múltiples facetas a lo largo de sus diez galerías, incluido el evocador jardín de esculturas al aire libre, un espacio diseñado para el recogimiento y la contemplación. Este oasis en medio de un entorno urbano representa uno de los lugares más inspiradores del museo. Además de las esculturas, Noguchi seleccionó cada árbol y cada planta para dar forma a este edén.
Otra de las anécdotas de la infancia de Noguchi es cuando, a los diez años, ayudó a construir la casa familiar en Chigasaki (Japón). Era el despertar creativo de uno de los escultores y diseñadores más relevantes del siglo xx, con un talento que trascendió los límites del arte, el diseño, la arquitectura y el teatro.
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La sede de The Noguchi Museum está en un edificio industrial de los años veinte que el escultor compró especialmente para instalar sus obras. Con este gesto, y sin él pretenderlo, se convirtió en uno de los pioneros de la metamorfosis de Long Island, hoy convertido en un vanguardista barrio de Nueva York, centro emergente del arte y la arquitectura. Aunque se encuentra a cierta distancia de Manhattan, merece la pena visitar este emotivo museo para conocer de cerca a este artista total del siglo xx.
El museo está lleno de diferentes versiones de las Akari Light Sculptures.
Foto: Slowkind
La inmersión empieza en una galería que recoge las obras más tardías de Noguchi y termina en la segunda planta, reservada a las muestras temporales, todas ellas relativas a su prolífico trabajo. En el medio, un inolvidable recorrido que incluye paradas en un desestresante jardín de esculturas que da indicio de los orígenes nipones de su padre, o una galería que reúne, exclusivamente, su trabajo en piedra.
"Somos un paisaje de todo lo que hemos visto", Isamu Noguchi
Foto: Slowkind
El museo se inauguró en 1985 como el primero y único de EE. UU. fundado por un artista en vida. Noguchi planificó cada detalle, situando cada pieza en el lugar donde más brillara, aquel en el que la luz fuera más favorable. Su huella es evidente en todo momento y, de hecho, el museo está considerado su última obra, la más global de todas, la que da pistas sobre la magnitud del artista y que explica por qué es uno de los más influyentes en el arte y el diseño.
Noguchi se involucró en la creación y desarrollo de su museo como si fuera una más de sus obras.
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Hoy, la firma Vitra edita algunas de sus piezas de mobiliario. Como el Freeform Sofa y el otomano complementario (1946), con sus formas orgánicas y fluidas. O la Coffee Table (1944), con las patas en ángulo recto de madera de arce, su favorita. Sin olvidar las múltiples versiones de la lámpara Akari, un festín de diseño oriental extensamente homenajeado por los creadores contemporáneos.
Además de los objetos expuestos, el museo también realiza exposiciones temporales sobre diferentes aspectos de la carrera de Noguchi, así como de otros artistas.
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Parece que la varita mágica de Noguchi convertía en poesía todo aquello que tocaba, desde las bellas artes hasta el diseño industrial. Es la historia de un artista americano-japonés que se pasó la vida viajando y que solo sintió verdadero arraigo en sus obras.