En sus manos la madera resulta obediente, suave, se curva casi mórbida, resulta natural, pero sofisticada. Toni Porto (Madrid 1964) ha tomado varias decisiones hasta llegar aquí. Primero, tras coquetear con la pintura y la ilustración, terminó "casándose" con la escultura. Después, tras alternar barro, metal y madera eligió hace treinta años esta última, que trabaja con pericia de tornero pues ha hecho de esta herramienta artesana su instrumento, y sensibilidad de artista. "Mis preferidas son las autóctonas: castaño, roble, fresno, boj (más escasa). Las recojo yo mismo y las trabajo en el torno aún verdes porque me gusta que después las piezas se muevan y adquieran una forma diferente a la dada", explica sobre su serie Formas Huecas, que ocupa ahora su tiempo, y donde se deja ver su admiración por Brancusi y por el arte animista africano.
Forma y función
Mientras su obra artística no deja de evolucionar ("mi cabeza va más deprisa que mis manos"), Porto, en paralelo, también crea piezas utilitarias torneando lámparas que vende en tiendas como Olofane o Tado, veladores, saleros o pimenteros. "Me siento igualmente cómodo aquí que en la escultura, y disfruto igual". El objetivo de su arte también es el mismo que el de sus objetos: "No pretendo comunicar ni agobiar con ningún mensaje. Quiero que el espectador conviva con la obra de forma cómoda y le provoque sensaciones agradables". Cohabitar con la belleza a la manera de su admirado Oriente.