Cada día florencen los cerezos en este restaurante de Shanghái
Los cerezos en flor o 'sakura' son los auténticos protagonistas de este restaurante, proyectado por el estudio Shanghai Hip-pop Architectural Decoration Design Co, en el que el comensal se sumerge en una auténtica experiencia sensorial
El inicio de la temporada de sakura o florecimiento del cerezo se convierte en un importante fenómeno para los lugareños y cada vez más viajeros, ávidos de experimentar este bello fenómeno natural. Convertida en emblema de la cultura japonesa y de todo lo que representa, ha servido de inspiración al estudio Shanghai Hip-pop Architectural Decoration Design Co., con sede en Shanghái, para ambientar el novedoso restaurante Omakase de reciente apertura, situado en el distrito Xujiahui de Shanghái, a un paso del conocido parque del mismo nombre.
Situado en un edificio de principios del siglo XX, el restaurante Omakase, cuyo nombre hace referencia a un estilo de cocina basado en “lo que el chef decide ofrecer a diario”, ahonda en una propuesta culinaria basada en productos frescos, aquellos que el chef considere óptimos para sus creaciones culinarias. En este sentido, el restaurante ofrece kaiseki ryori, alta cocina tradicional japonesa de varios platos que tiene su origen en los platos que se sirven en la centenaria ceremonia del té. Tales premisas, han servido al estudio responsable del proyecto para crear un entorno acorde a la sofisticada oferta gastronómica. De ahí que el concepto tome como punto de partida el sakura o cerezo en flor cubiertos de rocío para materializarse en paneles de cristal rosáceos con motivos florales que distribuyen el espacio interior del local creando originales efectos decorativos. El suelo se compone de paneles de vidrio retroiluminados a juego, que dan la sensación de estar inmersos en una fantasía floral.
El restaurante se organiza en dos niveles. La planta baja cuenta con una barra en forma de L para comidas más informales y con un comedor privado, el Tatami Room, ambos decorados en tonos dorados, como representación poética de la luz del sol. Todo ello complementado con un espacio diáfano donde se juega con los reflejos y la iluminación partiendo de una dominante cromática rosa. Una escalera conduce al segundo, donde a modo de laberinto se van descubriendo las diferentes zonas privadas habilitadas para comidas más formales. Las particiones se hacen a través de paneles de cristal que reproducen los motivos florales ya vistos en la planta baja, logrando así crear un entorno lo suficientemente onírico y mágico como para huir de la realidad y sumergirse en todo un viaje sensorial e ingrávido aunque lleno de matices.