Domitila Dardi y Emilia Pretrucceli, fundadoras de EDIT Napoli, querían hacer un proyecto especial para la siguiente edición de esta feria de diseño. Llamaron a Patricia Urquiola justo antes de la pandemia de Covid-19 y le propusieron que hiciera un trabajo en la Real Fábrica de Capodimonte. Hablamos con ella para que nos cuente más sobre esta nueva inmersión.
¿Qué cosas se te ocurrieron que podrías mezclar si te animabas a hacer este proyecto?
Por un lado llegas a ese bosque dentro de Nápoles, algo inesperado. Ahí está el museo de porcelana de la Real Fábrica, que visité. Y después está la fábrica con los maestros y la escuela de aprendices. En la visita al museo descubrí la vinculación con España ya que la fábrica fue fundada por el rey Carlos III como regalo a su mujer y al estilo de otras fábricas europeas del siglo XVIII. Hablamos de lo que se conoce como chemin de table, grupos de figuras de porcelana que se usaban en la decoración de las mesas para las grandes cenas de la época, que comunicaban mensajes a través de ellas, todo un diálogo que dependía de su posición en la mesa. Todo eso estaba en mi cabeza, y he querido hacer una interpretación de esa idea.
Vista general de la instalación, con delgados jarroncitos de flores de unos 70 cm bajo los que se encuentran distintas figuras a modo de un chemin de table contemporáneo.
Además hay otra referencia relacionada con el tema del jardín. ¿Es así?
En la escuela hay un patio donde tienen la intención de hacer un jardín de flores para que los alumnos puedan usarlo como inspiración ya que la tradición botánica de Capodimonte es importante. Y entonces llegó el confinamiento. Tiempo después recuperamos el proyecto y surgió la idea de hacer una colección que se vendió en subasta de Christie’s con la idea de impulsar la realización de ese jardín.
No era tu primera vez trabajando con porcelana...
Lo que me gusta de la porcelana es que se parte de una masa hecha de polvo cerámico y agua, algo muy simple de lo que pueden salir muchas cosas a través de un proceso alquímico. Antes había trabajado en Rosenthal, pero fue con moldes, de un modo más industrial. En este caso ha sido algo más manual, más artesanal, diferente. Así empecé a pensar en un modo de trabajar en el que me interesaba mucho que no hubiera exactitud. La porcelana tiene un problema: en cada cocción reduce bastante su tamaño, casi el 15% o 20%, que es mucho; trabajas con un objeto que cambia fuertemente de escala y hay que tener presente ese cambio tan radical desde el principio. Si a esa porcelana se añaden además materias donde el aire pasa dentro, una esponja, por ejemplo, y lo unes a otra parte de porcelana densa, cuando lo introduces en el horno reaccionan de forma diferente y se rompen, se separan, así que empezamos a experimentar.
¡En eso sí que te sentiste cómoda!
Para mí es importante que cualquier proyecto tenga una parte experimental, que sea un reto. Salimos al bosque a recoger materiales para usarlos en las piezas, probando toda clase de elementos, desde hojas a cortezas, palos, flores, algodón, girasoles, cuerdas... ¡Todo esto llevó meses! Ya sabes que a mí me gusta todo lo que implica pensar con las manos. Así apareció la idea del sottobosco, una especie de jardín con flores de 70 cm de altura bajo el cual viven criaturas mutantes, un poco humanos, un poco animales, un poco plantas, un poco minerales...
En la instalación Hybrida se aprecian figuras que habitan bajo las flores.
Has comparado el proceso con el de la alquimia...
En los procesos alquímicos hay una primera fase experimental llamada nigredo, después se pasa al albedo, una fase blanca que se libera de reglas y es una fase femenina, de purificación. Con el tiempo espero que entremos en otra fase llamada rubedo, que es la fase de color en la que los metales se vuelven oro. Pero ¿cuál es nuestro oro? Para mí es que seamos capaces de transformar nuestra relación con el entorno en algo distinto, que se pueda crear una relación de experimentación con las personas de la fábrica, en la que se puedan desarrollar unas figuras que son cercanas a lo que ellos están acostumbrados a hacer pero un poco modificadas, unas figuras que puedan repetir pero para las que no les exijo exactitud, en la que les dejo espacio a su manualidad. Todo este tipo de relaciones con la escuela han sido muy importantes para mí.
Patricia Urquiola trabajando en la instalación de Capodimonte.
Foto: Alessandra Mustilli
En las figuras hay una yuxtaposición de elementos que las hace muy intrigantes.
Empezamos con una figura que era como un esqueleto animal que unía dos personajes que llevaban una especie de flor entre los dos y están encima de una piedra hecha con esponjas, pero quedó demasiado realista y decidimos hacerla más abstracta. Probamos muchas cosas; hay un personaje que está sobre una base de piedra y algodón, encima de una especie de líquen, un tubo y una figura con una máscara de gas que está ahí como en una fase de cambio. Otro que llamo El pensador, que en la cabeza tiene una piedra tallada, está pensando, concentrado, sereno... Otro está muy cristalizado, se ha vuelto más mineral, mientras que otro se ha vuelto más planta. Son mutaciones surgidas del trabajo en grupo, donde todos aportaban ideas. Trabajamos de una manera abierta, algo que me gusta mucho; desde el estudio dábamos directrices y controlamos todo, pero también les dejamos mucha libertad.
Esto fue clave para poder realizar este trabajo que se hizo en parte desde la distancia.
Los maestros me explicaban que están acostumbrados a que los diseñadores les den un dibujo exacto y que ellos lo pasan mal porque para llegar a esa exactitud lo tienen que repetir muchas veces ya que es muy complejo replicar ese dibujo. A mí me interesaba que hubiera flexibilidad y agilidad en todo el proceso de experimentación, lo que hizo que ellos se sintieran cómodos con este modo de trabajar; eso fue un regalo para mí. Además, Emilia Petrucceli va a seguir ahora la producción de algunas figuras en series limitadas y probablemente otros diseñadores podrán participar en este proyecto. Es algo que no había ocurrido antes, que una persona externa se una a Capodimonte para hacer productos nuevos. Es estupendo.
Muestras de elementos utilizados en las piezas, muchos de ellos recogidos del bosque cercano.
Foto: Serena Eller Vainicher