A Patricia Reznak le entusiasma trabajar con su familia. La directora creativa de Grassy estaba acostumbrada a crear junto a su padre y su hermano; ahora lo hace con este y su sobrino porque les mueve el mismo sueño: mantener el prestigio de la joyería que, con sus casi setenta años de historia en su sede de la Gran Vía madrileña, forma parte de nuestro imaginario colectivo.
Arquitecta de formación, su espacio de trabajo es un entorno tranquilo que invita a la calma, pero que también despierta la imaginación. Desde aquí, Patricia idea y esculpe joyas contemporáneas a la vez que descubre a nuevos talentos, futuros colaboradores de la firma.
Collar Rembrandt, con perlas australianas y cuentas de oro rosa.
Foto: Inés Ybarra
¿Cuál es el secreto para que una marca legendaria como Grassy siga siendo abanderada de la contemporaneidad?
Creo que las colaboraciones que establecemos con artistas actuales nos ayudan a mantener el legado, pero con un acento moderno. De esta forma, nos desmarcamos de otras joyerías. Podría decirse que es uno de los principales rasgos de nuestra personalidad.
¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de trabajar en una empresa familiar?
Para mí no hay nada más bonito. Tengo la suerte de haberme llevado muy bien tanto con mi padre como con mi hermano y ahora también con mi sobrino. Y, desde que entré en Grassy en 2005 esta relación no ha hecho más que mejorar. El vínculo entre nosotros se ha vuelto más fuerte y es muy enriquecedor.
Pendientes Caramelo menta de oro rosa bañado en rodio negro con pavé de diamantes brown, perlas chocolate y cuentas de crisopasa.
De todo el legado de Grassy, ¿cuál es el que le preocupa más mantener?
Con nuestro trabajo tratamos de continuar la labor de nuestro abuelo, que se convirtió en el primero en importar marcas suizas de relojes (son los distribuidores oficiales de Rolex). Y también seguimos el trabajo de nuestro padre, que se especializó en el mundo de las joyas. Nuestra ilusión es seguir siendo una marca de referencia. Grassy tiene un aura especial, una fama muy bien ganada de firma seria.
Bodegón de la fotógrafa Inés Ybarra con piezas de diversas colecciones de Grassy.
Foto: Inés Ybarra
¿Cómo escoge a sus colaboradores?
Nos asociamos con aquellos creadores con los que tenemos un flechazo. De Nuria Mora, por ejemplo, nos sedujo su universo de colores. De Blanca Muñoz, de quien tenía obra, sabíamos que si trasladábamos su lenguaje a las joyas el resultado sería increíble. Las colaboraciones son muy gratificantes porque los artistas se involucran en todo el proceso. Mantenemos conversaciones con ellos y participan de la fabricación. Es muy bonito.
¿Nos puede desvelar en qué proyecto creativo está inmersa ahora?
Estoy con una colección cápsula que se va a llamar Simone y que está inspirada en Simone de Beauvoir y en sus turbantes. Son piezas esculpidas en piedra. Está resultando muy interesante, creo que será muy rompedor.
Patricia Reznak es la directora creativa de Grassy desde 2005.
¿Por dónde pasa el futuro de la joyería?
Para mí la joyería es infinita. Es simbología, historia, poesía... Tiene un montón de valores añadidos. En el caso de Grassy, nuestro reto es crear una joyería que garantice la trazabilidad de metales y piedras y que se adapte a nuevos parámetros de sostenibilidad. Y apostamos por las producciones pequeñas para poder seguir manteniendo la calidad. No estamos interesados en las grandes producciones y queremos que cada pieza continúe la tradición de los oficios y sea única y especial.