Al norte de la Península del Yucatán, en la que dicen que es la isla más bonita de Quintana Roo, Holbox, un paraíso en el Caribe mexicano sin coches, ni asfalto, ni zapatos, ni sucursales bancarias… ha abierto un hotel de cabañas blancas, contraventanas de madera y techados de palma, un refugio de líneas limpias entre bloques de agua transparente y con vistas a una laguna atiborrada de flamencos y pelícanos.
Lo ha diseñado el estudio de Macías Peredo (con sede en Guadalajara) para fraguar una comunión entre los elementos: el mar turquesa y esmeralda que baña las playas, la arena tan blanca que ciega al sol. Casi como un santuario natural. Lo regenta una familia, los Muñoz, que hace 26 años empezó a cosechar el cedro rojo que se emplea en las estructuras y techados. Los árboles se plantaron tras el nacimiento del primogénito, Cuauhtémoc, hoy director del hotel Punta Caliza.
Originarios de Tabasco, los Muñoz otearon la isla en 2012 en busca del emplazamiento perfecto para su hotel, una finca triangular donde las canalizaciones de agua son protagonistas. Fue una de las hijas de la pareja de propietarios, Claudia, estudiante de arquitectura, quién presentó a sus padres a los arquitectos responsables del proyecto, que en ese momento eran sus profesores Magui Macedo y Salvador Macías.
Punta Caliza, reservado solo a adultos, recupera elementos de la tradición local como el cercado maya y el uso preeminente del chukum, un recubrimiento ancestral que sirve para contener los volúmenes habitacionales y permite su comunión con el agua y los manglares. Las cabañas, en piedra caliza, se orquestan en torno a una piscina central triangular. Cada villa cuenta con una piscina privada que conecta, por un sistema de canales, con el centro de agua.
El hotel se asoma, además, a una playa privada y cuenta con un restaurante mexicano especializado en recetas locales. En el nirvana hippie de la isla de Holbox, a dos pasos de la reserva natural de Yum Balam, donde la electricidad solo llegó en la década de los 80 y el wifi se escabulle cada dos por tres, empiezan a aflorar hoteles boutique que conjugan lo esencial con un lujo bohemio y sin complicaciones, el que caracteriza a establecimientos con encanto como Casa Sandra (de la mujer de Pablo Milanés), Las Nubes o Casa las Tortugas… Todos a unos 75 km del aeropuerto de Cancún.