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Examen de conciencia
Qué lejos quedan aquellos tiempos en que los muebles se heredaban y, en muchos casos, mejoraban con el tiempo. Hoy en día se denuncia la obsolescencia programada, la supuesta determinación, calculada de antemano por el fabricante, del fin de la vida útil de un producto después de un tiempo. Al margen de acusar de maquiavelismo a una industria ávida de vendernos cosas, en realidad deberíamos cuestionarnos nuestra actitud como consumidores que reclamamos el acceso masivo a determinados bienes, lo que en muchos casos solo puede hacerse al precio de abaratar costes en materias primas y procesos productivos.
Interior de una casa en Bélgica, de Govaert & Vanhoutte. Lámpara de suspensión PH Artichoke, de Poul Henningsen para Louis Poulsen
Foto: Pere Peris
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Elecciones sencillas
Dice el diseñador Sebastian Herkner que si se enamora de un objeto en particular y quiere envejecer con él, no le queda más remedio que ahorrar para comprárselo. Aunque él aluda en primer término a la cuestión del precio, su reflexión también puede interpretarse como una invitación a consumir de un modo diferente. Esto es, tomarse tiempo para elegir las cosas con detenimiento y superar la tiranía de la compra compulsiva que solo produce una satisfacción inmediata y, de paso, la acumulación de cosas que luego nos sobran.
Casa de Circular Studio. La lámpara es el modelo Flexo, de la colección Loft, de Jieldé
Foto: Eugeni Pons
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Juntos en la batalla
Existen colectivos y webs que ya apuestan por un consumo más sostenible. Una de ellas es Alargascencia.org, un directorio de establecimientos donde reparar, intercambiar, alquilar y prestar toda clase de objetos para alargar su vida útil y reducir el consumo de recursos naturales. Otra fuente valiosa de información es la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada, impulsora del sello ISSOP, el cual distingue a las organizaciones y personas que destacan en el ámbito de la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente.
Proyecto de Bedaux de Brouwer Architects
Foto: Pere Peris
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Cosas que se arreglan solas
Una pista de que en este asunto la industria no es el único malo de la película es la constatación de que, en el ámbito de la tecnología, es el propio usuario el que demanda constantemente novedades para no perder comba con el brutal ritmo de innovación: nadie quiere tener un smartphone desfasado. Que la tecnología no es frágil ni efímera lo demostrarían las soluciones basadas en el internet de las cosas, que anuncia un mundo en el que las máquinas, gracias a su capacidad predictiva y conectividad, podrían detectar cualquier anomalía e, incluso, arreglarse por sí solas.
Casa en Linköping (Suecia), de Förstberg Ling
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Sin certificado de defunción
La obsolescencia programada suele asociarse solo a la fabricación de productos industriales. Pero, según Raül de Castro, del estudio 4 Arquitectura Ambiental –poseedor del sello ISSOP–, más allá de la materialidad también puede aplicarse al diseño arquitectónico. ”Una arquitectura pasiva, flexible y fácilmente adaptable a los cambios per se es menos susceptible de volverse obsoleta”. Según él, los edificios construidos durante la época de la burbuja inmobiliaria, que desde una perspectiva temporal son muy recientes, podrían hoy ser considerados obsoletos en ciertos aspectos, como la eficiencia energética. “Cómo envejecerá el edificio tiene que ser uno de los parámetros a tener en cuenta al diseñarlo. Para ello es fundamental el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) en todas las fases de uso del edificio, incluyendo su posible deconstrucción o rehabilitación”.