Viendo una de las fotografías de Pelle Cass se podría llegar a pensar que Boston, la ciudad en la que reside, está superpoblada. Pero no se asusten: en realidad su obra se centra en superposiciones de momentos que han transcurrido en un lapso de tiempo, Photoshop y mucha, muchísima paciencia. Igual de caóticas que bellas a la vez, puedes comprobar por ti mismo que a Cass le encantan las competiciones deportivas universitarias. Él mismo nos cuenta de dónde surge la idea, cómo la lleva a cabo e, incluso, quienes son aquellos fotógrafos que siempre ha admirado. Adéntrate aún más en su mundo a través de su web y su perfil en Instagram.
¿Qué deberían saber nuestros lectores antes de adentrarse en tu trabajo?
En esta serie, llamada Crowded Fields, practicar un deporte prevalece sobre la competición, y las gradas están vacías mientras que los campos de juego están llenos. La mayoría de las fotografías fueron tomadas en eventos deportivos con poca asistencia de público en Boston, donde vivo.
Para hacer las composiciones coloco mi cámara en un trípode, tomo hasta mil fotografías y compilo las imágenes seleccionadas en una fotografía final que es una especie de lapso de tiempo. No cambio nada, ni un solo píxel. Simplemente selecciono qué guardo y qué omito. Todo sucedió exactamente como se puede ver, aunque no al mismo tiempo. Más allá de la técnica lo que quiero transmitir es lo misterioso del tiempo y una especie de caos dionisíaco que únicamente puedo hacer visible a través de la cámara.
¿Plasmar la belleza del caos es lo que preferiblemente quieres transmitir?
Siempre he valorado la confusión y ando buscando una manera de transmitir la "belleza del caos", tal como tú dices. Creo que tengo una especie de sentido innato de la composición, con todo aquello que sucede en todas partes a la vez, que me siento obligado a expresar en la mayor parte de mi trabajo, no solamente en esta serie.
También pienso en la extrañeza del tiempo y en cómo lo percibimos. Parece una mera casualidad que veamos de la forma en que lo hacemos. La realidad parece presentarse en una secuencia visual uniforme que desaparece tan pronto como la vemos. ¡Es como si tuviéramos Alzheimer visual! Mi trabajo es una forma de evitar eso: una manera de recordar mucho más de lo que hemos visto y nuestro cerebro puede recordar, así como lo que una foto convencional puede documentar.
¿Cómo escoges las localizaciones?
Uno de los momentos clave de esta serie fue descubrir que los deportes universitarios eran el contexto perfecto para lo que quería hacer. Vivo en Boston y tengo fácil acceso a docenas de estadios deportivos universitarios, arenas, campos de fútbol y piscinas. No necesitaba ningún permiso especial para configurar mi cámara y mi trípode, excepto en casos excepcionales. Todos toman fotos de sus amigos e hijos en este tipo de eventos, así que me mezclé entre ellos.
¿Más allá de Photoshop te vales te otras herramientas?
Photoshop es la única que empleo para mis fotos. Las otras simplemente son para organizar archivos.
¿Cuántas horas hay detrás de una de estas piezas?
Cada fotografía me lleva de 40 a 80 horas. Hay algunas que han requerido 3.000 o 4.000 imágenes para el resultado final y hasta mil, o más, capas de Photoshop. Sé que no es nada habitual que un fotógrafo dedique tantísimo tiempo a una imagen, ¡pero en realidad esto no es nada para un pintor! Siempre digo que tiendo a construir mis imágenes como si tuviesen el toque de un pintor.
¿En quiénes te inspiras?
Es extraño, pero todavía me encantan los primeros fotógrafos que descubrí en la escuela, los grandes fotógrafos de calle como Robert Frank, Garry Winogrand, Lee Friedlander o Diane Arbus. Capturaban exclusivamente pequeños momentos individuales, pero cada uno creaba un contexto complejo: literario en los casos de Frank y Arbus, y más formal en el de Friedlander y Winogrand. No sé ni cómo decirlo… todos tenían algo especial que todavía me sigue inspirando.
¿Qué te gustaría hacer realmente en el futuro?
Me encantaría fotografiar más cuerpos haciendo cosas diferentes. Bailarines, por ejemplo, o tal vez trabajar con un coreógrafo. Creo que hacerlo con actores también podría ser divertido. En definitiva, hacer algo más colaborativo que mi habitual concierto solista.