Inaugurado en 2009 en el casco de una antigua fábrica de iluminación, el hotel se presenta ahora como una colección de espacios elegantes y sobrios. Y se tinta en tonos terrosos, que lo hacen cálido y acogedor. El proyecto de Johnathan Tuckey Design se centra en las 23 habitaciones, mientras que Sigurd Larsen trabajó en el vestíbulo. Todo tiene un innegable sentido de familiaridad que parece aprovechar nuestra memoria colectiva. Una paleta de materiales simples y naturales se combinan para crear espacios que tienen que ver más con una casa que con un hotel. El arquitecto ha querido contar con un toque doméstico, dejando las vigas originales y las enormes ventanas expuestas. Los nuevos elementos se entrelazan con los antiguos, creando un espacio que habla del pasado y del futuro simultáneamente.