La nueva arquitectura del bienestar
Los templos modernos para el cuidado del cuerpo son espacios poéticos que dialogan con la Naturaleza y reflejan la sensibilidad de sus creadores
Las aguas termales han sido disfrutadas por la humanidad desde antiguo, y las construcciones levantadas a su alrededor siempre han adquirido un carácter singular, un halo de sanación y armonía que no es ninguna casualidad. Para la civilización romana, los baños eran lugares de reunión y relaciones sociales; para el Islam, un lugar de purificación del alma donde el componente espiritual emerge con toda potencia. No es hasta el siglo XVI cuando los establecimientos termales empiezan a considerarse espacios terapéuticos, y a mediados del siglo XIX se incorpora a estos proyectos un componente estético que hoy resulta indispensable para comprender esta arquitectura.
El aprovechamiento de las aguas termales naturales hace que habitualmente estas construcciones se encuentren en lugares alejados de las ciudades, de difícil acceso y donde la presencia de la Naturaleza es muy notable. Quizás en sus orígenes los usuarios de estos establecimientos acudían por una necesidad puramente curativa, pero hoy en día el cliente de un balneario busca una experiencia más completa que incluya un elemento de ocio y relajación en contacto con un entorno natural muy especial. Esta exigencia ha hecho que el concepto del edificio y su relación con el entorno se enriquezcan, surgiendo las grandes galerías de comunicación, aumentando el número e importancia de los espacios de relación y proyectando el edificio hacia el exterior en busca de una unión más pura con la Naturaleza que lo rodea.
Con el boom del culto al cuerpo la arquitectura balnearia experimenta en la actualidad una nueva “edad de oro” con proyectos espectaculares que nacen de la imaginación de algunos de los mejores arquitectos del momento como Kengo Kuma, Peter Zumthor o David Chipperfield. Sus propuestas, sin dejar de reflejar la idiosincrasia de su particular estilo, están realizadas desde el más absoluto respeto por el lugar; están impregnadas de un halo poético que subraya el componente emocional y sensorial. En ellas siempre está presente un elemento telúrico, la recreación de una gruta, un refugio primigenio en el que la persona se siente reconfortada. Los materiales en bruto, las formas orgánicas y un especial uso de la luz natural y de su contrapunto, la penumbra, son las herramientas para dar forma a esta idea.
Sin condenar los siglos de historia de los balnearios, los nuevos proyectos rompen con las barreras arquitectónicas y sorprenden tanto en su interior como en su exterior. Como todos los grandes edificios, exhiben una arquitectura sencilla, pero no simple, y son un esplendoroso escenario para sumergirnos en un paréntesis único de paz.