Aunque falleció hace más de una década, Josep Grau-Garriga (Sant Cugat del Vallès, 1929-Saint-Mathurin-sur-Loire, 2011) nos sigue dejando mensajes a través de su obra, como revela la exposición Josep Grau-Garriga. Diálogo de luz, en el MACBA (hasta el 11 de septiembre), donde tres esculturales tapices colgados del techo incorporan objetos cotidianos como unos vaqueros. En sus manos, las obras textiles tomaban formas inesperadas, revelando significados referentes a su "entramada" personalidad.
Josep Grau-Garriga en 1978, impartiendo un seminario sobre arte conceptual en Vermont (EE. UU.)
Lenguaje propio
Un pequeño Grau-Garriga ya se sentía vinculado al textil. "Al ser una persona muy inquieta y muy sensible –recuerda su hija, Esther Grau Quintana–, en seguida se sintió atraído por el mundo de las texturas. El contacto con ropas y telas diversas, la imagen de su madre cosiendo, los sacos de grano de su casa... Todo este universo". La formación en La Llotja y en la Escola Superior de Belles Arts de Sant Jordi de Barcelona deriva en un artista que llama la atención de Tomàs Aymat, dueño de la manufactura de alfombras Aymat en su pueblo natal, que lo pone al frente de la línea más creativa de su negocio.
Aymat le financia una estancia en Francia junto a Jean Lurçat, considerado el gran innovador del tapiz europeo, y, a su vuelta, Grau-Garriga pone en práctica todo lo aprendido. Pero pronto empieza a desarrollar su propio lenguaje. "Lo habitual era crear un tapiz a partir de un dibujo previo, pero mi padre abandona el cartón para tejer directamente".
Fotografía del environament textil 'Clotet éphémere' en la galería La Demeure de París en 1970, ahora en la exposición del MACBA
Incorpora materiales más rudos, como el yute, el esparto o, incluso, el plástico. Y empieza a crear volúmenes, hasta que hace esculturas. Su fama se extiende y en l’Escola Catalana del Tapís colabora con Miró, Tàpies o Royo, explica Núria Montclús, del departamento de colecciones del MACBA. En 1970 vuelve a viajar, en esta ocasión a EE. UU., donde el Ministerio de Educación le paga una estancia de un año.
Urdimbre vista
Al otro lado del Atlántico descubre muchos artistas, ve otras realidades más allá de la España de aquel momento, conoce el pop art. A su regreso, empieza una trayectoria personal difícil de compaginar con su misión en Casa Aymat y lo deja. Durante muchos años sigue dando clases, de forma académica y también de manera más libre, a través de los environaments, donde junta a alumnos y a amigos con un propósito, a menudo una reivindicación política o social.
La luz, la que descubre en México o en los Emiratos Árabes, le sigue fascinando. Es esa luz que se cuela en sus tapices, a la que él invita a entrar, dejando la urdimbre vista a trozos, como en los tapices que cuelgan en el MACBA. Pero ¿qué nos quiere decir? ¿Cuál es el significado último de su obra? "Yo también se lo preguntaba –confiesa Esther– y él decía: ‘Cualquier interpretación será la buena’".