En los medios de comunicación saltó hace poco la noticia de que unos ciberdelincuentes habían logrado “hackear” una casa inteligente en Wisconsin (EE. UU.) y someter durante días a sus habitantes a temperaturas insoportables y música estridente hasta que se descubrió el origen del ataque.
Según especialistas del Instituto Internacional de Seguridad Cibernética (IICS), el hackeo de dispositivos IoT (internet de las cosas) se está convirtiendo en una práctica cada vez más común, en parte debido al crecimiento del uso de estos dispositivos, pero principalmente por culpa de la escasa cultura de seguridad que todavía existe entre los usuarios de esta tecnología.
Videocámaras y otros dispositivos de lectura utilizarán el Patrón de Reconocimiento Facial (FPR) para identificarnos dentro y fuera de casa en todo momento.
Sin ánimo de alarmismo –al fin y al cabo, la nueva economía digital no sería una realidad sin la certeza de la seguridad de las miles de transacciones que se realizan a diario en la web–, la anécdota ilustra que compartir, voluntariamente o no, una cantidad cada vez mayor de información sobre nuestra vida privada y hábitos en la nube no está exenta de riesgos.
Minucias en comparación con el deslumbrante panorama que dibuja un futuro ya muy cercano en el que la inteligencia artificial se pondrá al servicio de nuestro bienestar y en beneficio también del planeta. Hacia 2040 nuestras casas se imprimirán en 3D o serán construidas directamente por robots, estarán totalmente sensorizadas, dispondrán de velocidad de transmisión de datos 7G –100.000 veces más veloz que la 5G que está a punto de aterrizar– y basarán su seguridad en los datos biométricos de sus habitantes. Este es el escenario que dibuja el futurólogo Ray Hammond en el informe Vivir de forma inteligente: la casa de mediados del siglo XXI (Allianz Partners).
Una casa en Austin (Texas) construida en un solo día por una impresora 3D gigante. El proyecto es de la "start-up" Icon, y su coste es de 9.000 euros.
La realidad creciente y las proyecciones futuras muestran que nuestra casa será una plataforma para software y robótica que proporcionará seguridad, comodidad, gestión del ambiente y un flujo constante de servicios inteligentes y entretenimiento para sus ocupantes y visitantes. Toda esa información ya no estará confinada en pantallas, sino que, en palabras de Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático y director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III de Madrid (El País Retina, 26/9/2019), lo virtual habitará entre nosotros, se “derramará” por nuestro entorno gracias a la mayor inteligencia de todos los objetos que nos rodean y al perfeccionamiento del reconocimiento facial y mediante la voz.
Un ejemplo es el baño: en la última edición de la feria ISH de Fráncfort Roca presentó el proyecto RocaProtect, un ecosistema de productos basados en IoT (inodoros, lavamanos, espejos...) que tanto en el ámbito público como privado monitorizarán desde nuestra salud hasta si hay que reponer jabón o cerrar un grifo que se ha dejado abierto.
La realidad virtual, la realidad aumentada y las tecnologías holográficas harán que nuestra experiencia de entretenimiento sea tan inmersiva que ya no se necesitarán gafas o dispositivos especiales. Por otro lado, la presencia de robots, humanoides o no, en la casa será habitual. Los robots limpiadores que ya se comercializan son la avanzadilla de un “ejército” de dispositivos que librarán a los humanos de las tareas más repetitivas. En la cocina, por ejemplo, habrá brazos robóticos que seleccionarán, lavarán y prepararán carne y verduras.
Scent Creator, una máquina que permite al usuario su propia fragancia. Forma parte del proyecto The Alchemist Atelier, de la firma de perfumería y lujo puig y el fabricante de electrodomésticos BSH.
La propia construcción de edificios no se librará de este proceso imparable: la mano de obra robotizada hará que las viviendas futuras, tanto si son convencionales como impresas en 3D, sean más baratas. Si hay que hacer caso de estas proyecciones, un futuro de humanos conviviendo con robots no parece tan tenebroso como nos lo han pintado el cine y la literatura.