“Yo era una mujer, judía, viuda, una pintora fuera de serie, y un poco demasiado independiente”. Esta sentencia es de la misma Lee Krasner.
Considerada en la actualidad como una de las figuras más representativas del Expresionismo Abstracto norteamericano, no lo tuvo fácil. Su condición de mujer y las penurias económicas de la Gran Depresión que dominaron EE. UU. durante su período de formación convirtieron su deseo de ser artista en una lucha tenaz.
No obstante (o tal vez por ello), esta exposición es una vibrante explosión cromática y formal que es lo mejor que puedes ver después de meses de incertidumbre y sombras. Y es un claro reflejo de otra declaración de intencionesde Krasner: “Quiero que un lienzo respire y esté vivo. Estar vivo es la clave”.
A pesar de tener una identidad propia, en ella se aprecian influencias de su pareja: Jackson Pollock.
El dato curioso es que en 1942 la obra de Lee Krasner se incluyó en la exposición de pintura americana y francesa que se celebraba en la galería McMillen Inc., junto a la de sus amigos Willem de Kooning y Stuart Davis. El único de los artistas participantes en aquella exposición al que Krasner no conocía era, justamente, Pollock, con quien se casaba en 1945.
Buscando siempre nuevos métodos y rechazando la idea de permanecer fiel a un estilo, los cuadros de Lee se caracterizan a lo largo de toda su trayectoria por una constante reinvención y exploración: desde sus tempranos autorretratos y dibujos del natural, hasta las exuberantes y monumentales obras de principios de la década de 1960.
Ella busca continuamente nuevos medios para una expresión auténtica, incluso en sus épocas más difíciles como la que sucedió a la repentina muerte de Pollock en un accidente de automóvil en 1956.
Ojo, en la muestra se puede observar una gran variedad de su legado pictórico, con piezas nunca antes mostradas en Europa.