Bajo esta apariencia de beatus ille, Son Blanc es pura radicalidad. Y es que este hotel de reposado aire mediterráneo que acaba de abrir en Menorca es mucho más que un alojamiento de agroturismo. Ha sido concebido como un albergue que se sostiene por sí mismo en todos los sentidos con un leve impacto ambiental. "Se trataba de autoabastecernos de energía, comida y agua, de que nuestra huella fuera mínima –explica Benedicta Linares, dueña e ideóloga junto con su marido, Benoit Pellegrini–. Llevamos cinco años tomando elecciones a todos los niveles y definiendo protocolos, lo que plantamos, lo que recogemos... Siempre hemos tenido una conciencia ecológica importante; toda la comida que ofrecemos es ahora producto local y de temporada, nuestro o de productores de la isla de confianza".
Buscando esas otras suficiencias investigaron sobre materiales de construcción, instalaron pozos de geotermia para la climatización y placas fotovoltaicas con baterías para la electricidad y el agua caliente, y la piscina es de rocas naturales y agua salada; la química no interviene.
No sin ellos
Benedicta, menorquina de madre inglesa, y Benoit, del sur de Francia, han abarcado este proyecto tan ambicioso con algo de experiencia previa. Son también los dueños de Es Bec d’Aguila, una casa tradicional de campo que alquilan entera. "La reformamos sin experiencia, pero con mucho cariño, como si fuera para nosotros, pero habíamos comprado esta otra finca y quisimos hacer este ecohotel. Benoit trabajaba en un fondo de inversión, pero quería transmitir otro mensaje y acercarse a la naturaleza", añade Benedicta. "Ella me contagió su amor por Menorca desde el primer día en que puse los pies en la isla", dice Benoit.
En este proyecto no han estado solos, se han acompañado de ingenieros para diseñar los sistemas técnicos y agrícolas y de los arquitectos franceses de Atelier du Pont y del menorquín ARU. Con los primeros, con Anne- Cécile Comar a la cabeza, ya habían colaborado en la obra de Es Bec. El estudio fundado por Nando Pons con sede en Mahón, buen conocedor de la arquitectura vernacular y los intríngulis administrativos, les allanó el camino de la ejecución.
En una de las terrazas frente a la casa, Xisco y Josep, dos de los granjeros que cultivan la finca
Foto: Karel Balas
Son Blanc se trata también de una construcción tradicional renovada situada en una finca de 120 hectáreas entre Alaior y la costa sur, y alberga únicamente 14 habitaciones. Ha sido restaurada utilizando métodos de arquitectura bioclimática: materiales pasivos como la piedra y el corcho para el aislamiento y técnicas tradicionales como la pintura a la cal se completan con sistemas sostenibles como la utilización de techos térmicos y bombas de calor geotérmicas. La iluminación exterior se ha reducido para evitar el gasto energético.
Produciendo su energía y empleando sus propios recursos, Son Blanc tiene como objetivo medir anualmente su huella de carbono, equilibrar el consumo de recursos y energía, y reducir sus emisiones. El objetivo es alcanzar en 2030 la plena autosuficiencia energética, hidráulica y alimentaria. "Ha sido muy complicado porque esta isla es muy conservacionista, pero no moderna, y conseguir los permisos para hacer este tipo de cosas poco convencionales ha requerido más esfuerzo del imaginado", dice la dueña.
Ponerlo bonito
Para la decoración también han contado con la ayuda del despacho francés sin salirse de la línea sostenible prefijada. "Hemos hecho casi todo a medida y a mano con artesanos y materiales locales o, como muy lejos, europeos, en un proceso largo, pero muy bonito". La pareja, que vive en Londres, aunque se conoció en la isla, se ha asociado para la gestión gastronómica con Laura y Alejo, dueños del restaurante Quitapenas, siempre con la premisa de adaptar al cien por cien la producción alimentaria para minimizar los residuos.
Bañera de la Rural Suite tallada en un bloque de Travertino por los menorquinos Fuguet
Foto: Karel Balas
"Va a haber una labor de educación con los huéspedes para explicarles porqué van a encontrar unas cosas y la ausencia de otras. El mar y la tierra decidirán lo que se come". Mucho vendrá de los olivos, de los almendros, de las ovejas y del jardín comestible de plantas medicinales, aromáticas y frutales, que se cultivan en permacultura, reduciendo las emisiones de carbono y fomentando la biodiversidad. Son Blanc se funde con el paisaje con esa imagen tradicional bajo la que se oculta un planteamiento radical.