Hay que quedarse muy fascinado de una ciudad para quedarse a vivir en ella nada más visitarla por primera vez. Es lo que les ocurrió con Barcelona a los tres dueños de la galería Guntrian: fueron como turistas, validaron lo que en su día opinó el The Guardian –según el periódico inglés, la Ciudad Condal es la mejor del mundo para vivir– y en su último día de vacaciones decidieron que a Vancouver no iban a volver. Esa misma mañana compraron una casa en el centro y a principios de marzo, exactamente 28 años después de la inauguración de su galería de arte, abrieron su sede catalana en el Eixample de la ciudad. Y no de cualquier manera. Lo han hecho con una exposición que rinde homenaje a las Olimpiadas del 92.
Ahora bien, lo que se ve adentro de la galería no son fotografías de los campeonatos o de atletas sosteniendo la antorcha olímpica de aluminio que diseñó André Ricard para los Juegos. Se trata de piezas muy poco conocidas. De hecho, rara vez se habían compartido antes con el público. ¿Cómo os hicisteis con ellas? "Hace poco compramos obras de artistas catalanes como Tàpies y Miró para iniciarnos en el mercado local, y por casualidad nos ofrecieron toda la Suite Olympic Centennial", comentan Gunter Heinrich, Tri Heinrich y Sam Anthony por email. Los tres coleccionistas adquirieron la suite al completo, incluía obras de 50 nombres internacionales y, de todas ellas, una selección de unas 25 es la que se expone hasta finales de agosto en la galería, entre techos altos, una gran bóveda catalana o una escultura de bronce que da la bienvenida. Corre a cargo de la artista egipcio-alemana Dr Gindi.
Anthony Sam, Tri Heinrich y Gunter Heinrich, los tres fundadores de la galería Guntrian
En la muestra hay pinturas, litografías y también cartelería. Antoni Tàpies y Chillida por supuesto están, igual que Mimmo Paladino –uno de los principales italianos de la transvanguardia– junto al estadounidense Sol LeWitt y el surcoreano Nam June Paik, cuya obra representa todos y cada uno de los elementos que conforman unas Olimpiadas, dibujados aquí casi como si fueran emojis. Figuras neoexpresionistas tampoco fallan en la exposición, como el alemán Helmut Middendorf, ni uno de los míticos collages de Peter Klasen o las ilustraciones del islandés Erró. El belga Paul Van Hoeydonck, el que firmó la única obra de arte que ha llegado a la luna –durante la misión del Apollo 15-, debió estar muy orgullo de aquel hito, porque para Barcelona 92 también incluyó una luna en su litografía.
Lo interesante de la muestra es que, además, las piezas no se exhiben dentro de un cubo blanco y aséptico, transcurren por la sala de la mano de lámparas y muebles antiguos, algunos de estilo art déco, junto con una serie de vitrinas voladas en cristal que presentan las esculturas de vidrio de Mel Munsen. Esas seguirán cuando la exposición de las Olimpiadas termine, dando paso a la de septiembre con una temática que ya avanzan los canadienses: "Será sobre la artista franco-ucraniana Sonia Delaunay, de la que tenemos una gran serie de obras gráficas", concretan, dando un dato clave: "Ella fue la primera mujer artista, viva, a la que le dedicaron una retrospectiva en el Louvre de París". Aquello pasó en 1964.
Entre sus objetivos detrás de esta galería, subrayan los propietarios, destaca el de encontrar un equilibrio con su público. Quieren que sea accesible para muchos, tanto jóvenes como coleccionistas veteranos, cosa que están seguros de lograr gracias a su modelo de negocio diferencial en Barcelona. Al adquirir una obra se preguntan antes si la incorporarían en su colección personal. Y si es que sí pero luego no encuentran comprador, quedársela no les supone un problema. Concluyen con un ejemplo: "En 2010 montamos una exposición con 10 grabados de Picasso y unas ocho cerámicas de la colección Madoura, también del artista malagueño. Los grabados se agotaron, a diferencia de la cerámica, que no vendimos ni una sola pieza". ¿El quid de la cuestión? Desde entonces, esos objetos se han revalorizado hasta el punto de que, tanto solo una década después, el precio de partida ya se ha cuadruplicado.