Durante el Salón del Mueble de Milán montó una exposición en el patio de un edificio histórico con sillas inspiradas por la estética del Manga. ¿Cómo se llega hasta una idea así?
A mis padres no les gustaba mucho verme leer Mangas y en cambio eran felices si me veían en un museo. Quise poner las dos cosas juntas y reivindicar la cultura del Manga, que se remonta a la época Edo (siglos XVII-XIX). Es una manera de comunicarse, de expresarse, de sentir. También tiene una estética formal propia y su expresividad se demuestra viendo lo que es capaz de hacer con unas sillas.
Otra de sus colaboraciones estrellas ha sido con una empresa que viene del mundo de la construcción, la italiana Marsotto. Para ellos ha diseñado una mesa y una silla de mármol que se inclinan. También parece cómic.
Aquí quise experimentar con el material. Era la primera vez que empleaba mármol. Me fascina su textura y las técnicas que se emplean para su extracción y para darle forma. Siendo tan pesado y tan sólido a la vez, quería ver hasta qué límite le podíamos llevar. Qué sensación de ligereza le podíamos dar. Ha sido todo un reto.
Es fácil distinguir su forma de diseñar porque siempre contiene una nota de humor.
El diseño de mi país es muy minimalista. A veces se pasa de frío. Yo he querido que esté más conectado con los sentimientos de la gente. Siempre comento que la palabra “diversión” (‘fun’ en inglés) está integrada en “función” (‘function’). No me convencen los diseños demasiado funcionales, porque se quedan sin gracia; tienen que desprender calor, ser reconfortantes. Yo quiero poner una sonrisa en la boca de la gente.
Nendo significa en japonés arcilla, la misma con la que juegan los niños en el colegio. Es flexible, manipulable
Estudió arquitectura en Tokio y fue en Milán donde decidió convertirse en diseñador. Mucho le debe a esta ciudad, donde tiene otro estudio además del que montó en la capital japonesa.
Vine en el año 2002 de turismo, con unos amigos. No sabía nada del Salone y me contagió su vitalidad y su fuerza. Decidí entonces que en vez de visitante la próxima vez lo haría como expositor y, un año después, acudí al Salone Satelite, reservado para las jóvenes promesas.
El nombre de su estudio, Nendo, significa arcilla. ¿Por qué decidió ponerle ese nombre?
En efecto, en japonés significa arcilla, la misma con la que juegan los niños en el colegio. Es flexible, manipulable. Representa la libertad para crear, para pensar sin restricciones. El mundo cambia a una velocidad endiablada hoy en día; no tiene sentido aferrarse a las cosas porque sí. Yo venía de un país en el que si habías estudiado arquitectura solo podías hacer edificios y en Milán, aquella primera vez, encontré una atmósfera más libre y creativa. Fue entonces cuando decidí el nombre.
¿Hay una manera japonesa y otra italiana de diseñar?
En cuanto a los colores la diferencia es significativa. Los italianos saben que al ponerse a diseñar cuentan con toda la paleta de colores a su disposición, mientras que nosotros apenas nos salimos del gris, si bien exploramos todos sus tonos y texturas. Creo que cuando un diseñador japonés colabora con una empresa italiana se produce una reacción química muy interesante. Por otro lado, en Europa se da mucha importancia a comprender el material con el que se trabaja. En mi país el punto de partida es mucho más conceptual
¿Qué les une y les separa del diseño escandinavo?
Los japoneses compartimos con los países escandinavos el respeto por la artesanía y el amor por ciertos materiales como la madera. La poética de la naturaleza. En términos de producción, Japón se ubica entre Italia y los países escandinavos. La industria italiana está influida de forma muy marcada por la moda, que con la presentación de colecciones al año exige un continuo reciclaje de diseños, ideas, colores... Hace falta mucha energía para hacer funcionar este negocio, ser muy rápidos. Los escandinavos, en cambio, son muy lentos. No lo digo de forma negativa. Me refiero a que trabajan mucho los detalles. No tienen problema en volver a empezar si algo no funciona. Otra actitud típica suya: lanzan un producto, ven que no funciona y, en vez de sacarlo de la tienda, esperan a que se convierta en un clásico. En Japón estamos a mitad de camino de ambas actitudes.
Sus diseños se han identificado como ‘tuits’.
Porque cuentan pequeñas historias, que es lo que demanda hoy la gente por cómo fluye la información. Antes esperabas a que te llegaran las grandes historias de la prensa y la tele. Hoy, si alguien en la otra punta del planeta encuentra algo interesante, al día siguiente todo el mundo se ha enterado. Es como un virus. Ocurre lo mismo si eso que es interesante es diseño.
Busco los instantes mágicos de la rutina diaria.
¿Cómo consigue mantener su propia seña de identidad en un sector que, como se demuestra en el Salón del Mueble de Milán, produce diseño en masa?
Si observas con detenimiento el aburrido día a día siempre descubres pequeñas sorpresas. Pero la gente no los suele ver porque está más pendiente de que llegue algo grande que cambie sus vidas y les haga felices. Ahí creo en que me diferencio de otros diseñadores, en que me fijo en los detalles, en las pequeñas “imperfecciones” que encuentras a pie de calle, y las pongo en valor. Busco los instantes mágicos de la rutina diaria. Mi trabajo no consiste tanto en dominar ninguna técnica sino en mirar de forma distinta, y si esa idea crea valor, es diseño. No estamos especializados en nada. Da igual que nos enfrentemos a una silla o al ratón de un ordenador; es la historia detrás de un diseño lo que nos importa. Trabajamos en pequeñas ideas que crean un gran impacto o sutiles diferencias.
¿Tiene un rutina o una técnica para llegar a ese momento?
Me he dado cuenta que la rutina del trabajo diario me ayuda mucho a ver esas "pequeñas diferencias". Me cuesta verlas cuando viajo mucho. Me resulta más fácil verlas, en cambio, cuando ando por casa o voy al café de siempre. Por supuesto, al visitar al cliente o la fábrica trato de ver que cosas se esconden a las que nadie les presta atención, de las que se han olvidado. Muchas empresas están muy interesadas en nuevas técnicas y nuevos materiales, pero ahí no suele estar lo "nuevo". Es más fácil de ver en la viejas técnicas o en materiales en desuso si se saben combinar con un insólito punto de vista. Hacer renders no sirve de nada si no miras lo que pasa a tu alrededor, los conflictos de la gente. Eso es mucho más interesante.
¿Tienen una misión en este mundo los diseñadores?
Al menos creo que debemos aportar luz cuando la economía se viene abajo y se tiende a mirar el lado negativo de las cosas. Trabajando con el diseñador de moda Issey Miyake en el proyecto de una silla me explicó: “La diferencia entre arte y diseño es que cuando haces esto último tu meta es hacer más feliz a la gente. Si te dedicas al arte, busca lo que quieras”. Es un punto de vista muy sencillo de entender que observo desde entonces.
¿Y hacen falta más sillas en este mundo a la vista de las decenas de novedades que se presentan cada año en Milán?
Si su misión fuera solo ergonómica, nos bastaría con una sola. Pero es un producto emocional. Necesitamos más sillas como necesitamos más camisetas.