Como un elogio a la lentitud, al placer de sentir el tiempo a cámara lenta, el diseñador de interiores británico Andrew Trotter invirtió tres largos años en inventar y construir su primera pieza arquitectónica en Ostuni, cerca de Brindisi, en la región italiana de la Puglia. Se trata de una masseria, la casa de campo fortificada típica de la zona, cuya construcción está repleta de detalles de arquitectura autóctona. Una minuciosa mirada al pasado que requería paciencia, saber hacer y, por encima de todo, ese tiempo que tan rápido pasa.
El lenguaje rural puede ser más contemporáneo que ningún otro. Si lo que busca la modernidad es la sencillez para contar lo máximo con lo mínimo y evitar las estridencias, a veces basta con salir al campo para encontrarla. Situada sobre una cima de caída suave, rodeada de cinco hectáreas de olivos y con vistas al mar, Masseria Moroseta, es un hotel rural construido bajo esta visión y que, a su vez, funciona como almazara de aceite orgánico. Y desde su arranque, es parte de la red de vacaciones Welcome Beyond.
Su planta pivota entorno a un patio central en torno al cual se distribuyen salón, una terraza ante el Adriático, una elegante escalera a la azotea, y las seis habitaciones. Tres de ellas disfrutan de un jardín privado, y la otra mitad quedan coronadas por terrazas con vistas privilegiadas a los campos de olivos. Completan la obra zonas comunes como la cocina, una gran piscina, el gimnasio y un spa.
La piedra, la cal o los techos abovedados para resistir de forma natural al calor se han aplicado exactamente como entre los siglos XVI y XIX se construían las masserias, que se fortificaban para defenderse de los ataques de los piratas ingleses y berberiscos, grandes aliados en el Mediterráneo. Ahora, esta neonata joya defiende entre sus paredes todo lo bueno que una muy poco explotada Puglia, en el tacón de la bota italiana, luce con orgullo: luz, mar, cielo, brisa, tierra y amplias extensiones de cultivos.