El interés por entender el bienestar no es algo nuevo. Los grandes filósofos y místicos de todos los tiempos han ofrecido sus perspectivas sobre la felicidad y lo que constituye una buena vida. Ya en la Antigüedad, algunos pensadores sostenían que, para alcanzar la felicidad, era necesario dejarse llevar por las pasiones, en una búsqueda constante de los placeres. Otros, sin embargo, opinaban que solo a partir de la represión de sus instintos, mediante una vida ascética, era posible alcanzar la vida buena. Aristóteles, uno de los padres de la filosofía occidental, propuso que, para alcanzar el bienestar, al que él llamaba "la vida mejor", era necesario procurar tres clases de bienes: los recursos externos, interpretados como los bienes materiales. Los bienes del cuerpo, representados en los conceptos de "salud y belleza". Y los bienes del alma, que tienen que ver con el equilibrio interior y anímico. Casi nada.
Fuente de satisfacción
Muchos años después, concretamente después de la Segunda Guerra Mundial, el concepto del bienestar apareció por primera vez ligado a las reivindicaciones por las mejoras laborales. Desarrollo y bienestar se establecieron como dos conceptos unidos en el bien vivir de las personas. En 1975, el doctor en psicología Mihaly Csikszentmihalyi formuló la teoría del Flow o teoría de la experiencia óptima, en un artículo publicado en el Journal of Humanistic Psychology. Dijo que las experiencias óptimas o de flow tienen que ver con los momentos en los que ponemos en práctica nuestras habilidades, de manera tal que estamos totalmente absortos en lo que estamos haciendo. A partir de entonces, flow se convirtió en un concepto muy relevante ya que se relacionaba con una mejor calidad de vida. Csikszentmihalyi resolvió que cuanto más a menudo realizamos actividades que implican una total concentración, que representan retos y que permiten que usemos y desarrollemos nuestras habilidades, más felices y satisfechos con la vida nos sentimos.
En este punto, cabe recordar que lo que las personas entienden por bienestar, aquello que produce satisfacción y disfrute, varía de una sociedad a otra, de una época a otra, de una etapa del desarrollo a otra y de un momento personal de la vida a otro. Sin menospreciar la amplia variedad de factores que contribuyen a la calidad de vida personal, el tema del ocio se ha posicionado como un elemento fundamental. El profesor emérito Manuel Cuenca Cabeza, en su libro Ocio humanista (ed. Universidad de Deusto), manifiesta que el ocio forma parte de las necesidades vitales básicas específicamente humanas que se relacionan con el deseo, la libre elección, la motivación y el disfrute. "El ocio no es tiempo libre, ni una actividad, sino un modo de ser y percibir, un derecho, si se quiere, un ámbito de la experiencia humana que contribuye a la autorrealización , en el sentido de que somos sujetos únicos y protagonistas de la libertad para que el ocio sea la fuente de satisfacción, alegría y creatividad del mundo".
En cuerpo y alma
La pandemia ha cambiado nuestra forma de entretenernos, nos ha vuelto más hogareños, pero también más exigentes y selectivos. Un estudio realizado por la consultora The Cocktail Analysis pronosticó que, en los próximos años, el ocio será "menos masivo, estará más centrado en el beneficio social y construido desde el hogar". Durante los meses de confinamiento, el bienestar se convirtió en un refugio, un pasatiempo y el más asequible de los lujos. Una ducha pausada o un ritual de belleza se transformaron en burbujas de libertad cuando estábamos encerrados. Exfoliarse o darse un baño eran las nuevas palmaditas en la espalda, y más teniendo en cuenta el camino hacia la sostenibilidad que estaban –y están– experimentando la mayoría de las marcas cosméticas. Durante aquellos meses, también redescubrimos el poder del ejercicio físico como vehículo para mejorar cuerpo y alma. La profesora Xuan Lan confirmaba, con su casi millón y medio de seguidores, el interés disparado por la meditación, el yoga y la alimentación saludable. Mucho ha llovido desde que Aristóteles enunciara su teoría, pero nuestras ganas de ser felices permanecen intactas.