El club de golf más insólito del mundo está en Jordania
Integrado en el entorno, inspirado en los campos de dunas y con un acabado genuino aportado por un artista local, el Ayla Golf Club rompe con los estándares a partir de un diseño orgánico, obra de Oppenheim Architecture
En la ciudad costera de Aqaba, en Jordania, se levanta el Ayla Golf Club, cuya sede es una particular construcción de formas ondulantes que se inspira en las dunas naturales y las montañas del desierto jordano, así como en el patrimonio arquitectónico de los antiguos beduinos. El proyecto, a cargo del estudio Oppenheim Architecture, ofrece un diseño innovador y orgánico alrededor del cual se está desarrollando un gran complejo de ocio que tiene previsto abarcar apartamentos residenciales, hoteles y espacios comerciales. Todo ello centrado en un campo de golf de 18 hoyos diseñado por Greg Norman.
Una cubierta de hormigón macizo cubre las áreas del proyecto, envolviendo las paredes interiores y exteriores de cada volumen bajo una superficie continua que emerge de la arena. Todo ello a partir de unas formas ondulantes que dejan a un lado las paredes y techos convencionales para mimetizarse con el entorno. Las aberturas curvilíneas enmarcan las panorámicas que se aprecian desde el enclave, como son el campo de golf y, de fondo, las coloridas montañas de Aqaba. Junto a la esencia local, las influencias árabes también están presentes en el proyecto en forma de mashrabiyas. En este caso, su diseño tradicional se reinterpreta bajo parámetros más actuales con el empleo de acero corten. El resultado son pantallas que reproducen motivos jordanos y permiten que la luz del sol se filtre a través de ellas, preservando al máximo la privacidad del interior.
El objetivo por parte del estudio Oppenheim Arrchitecture no era tanto hacer una construcción que destacara sobre el paisaje sino que se integrara en él, con la voluntad de conectar a los usuarios del club con la propia naturaleza circundante. Para ello, se dedicó a ocultar los sistemas de ventilación e iluminación, con el fin de mantener la pureza de formas del edificio, de la que emana la esencia del lugar. Parte de esa genuinidad proviene de la participación de los trabajadores y artesanos locales en el proyecto. Asimismo, las paredes interiores fueron pigmentadas por un artista local usando minerales de las colinas cercanas, añadiendo una mayor sensación de crudeza y falta de pulido al espacio, fiel a su contexto e inspiración.