Era solo cuestión de tiempo que nos diéramos cuenta de que las redes de datos de banda ancha pueden servir para mucho más que descargarse películas, escuchar música o cumplir con Hacienda. Antes, la domótica era sinónimo de funciones básicas controladas por el corto alcance de la radiofrecuencia o de complejas instalaciones que requerían su propio cableado para la transmisión de datos. Ahora, basta acoplar un módulo wifi a cualquier aparato, identificarlo en una sencilla app instalada en el móvil o la tableta, y ya tenemos conectado y controlado el dispositivo; estemos en casa o a mil kilómetros de distancia, de modo intuitivo e inmediato.
Todo ello, gracias al Internet de las Cosas (IoT), esa etiqueta que engloba a cualquier dispositivo conectado a la Red y capaz de dialogar con el móvil y con otros dispositivos. De este modo hemos descubierto que prácticamente cualquier elemento del hogar puede volverse inteligente, sea este un radiador, una lámpara o, incluso, el sistema de riego del jardín. La casa del futuro, que casi ya está aquí, será un inmenso dispositivo electrónico con el que nos comunicaremos como lo hacemos con el teléfono.
Aunque parezca un contrasentido, cuanto menos intervenga el ser humano, más éxito tendrá el IoT. Nos agobia tener que leer farragosos manuales de instrucciones o programar los aparatos. Por eso, para que los dispositivos puedan aprender de nuestros hábitos y funcionar por su cuenta, serán fundamentales los sensores: de movimiento, de temperatura, de rutinas... Por dentro, la casa será como una inmensa piel que procesará toda esta información gracias a capas de inteligencia artificial.
Según los expertos, salón, cocina y dormitorios serán los espacios más conectados en la casa inteligente del futuro. Por ejemplo, no es cierto que cocinar requiera toda nuestra atención y presencia para que todo quede en su punto y no se produzca ningún accidente. Podemos precalentar el horno cuando salimos del trabajo para que esté listo al llegar a casa y así no perder ni un minuto en la preparación de la comida; recibir avisos del frigorífico con la cantidad de alimentos que quedan mientras realizamos la compra, para que no se nos olvide nada, o elegir el programa de lavado en la lavadora o el lavavajillas.
La tecnología encuentra nuevas aplicaciones insospechadas. En el baño, por ejemplo, ya existen inodoros cuya tapa se levanta automáticamente cuando detectan que nos acercamos y calientan el asiento, o espejos que proyectan en su superficie el pronóstico del tiempo y los titulares de prensa, y sugieren qué cosméticos puedes utilizar para maquillarte. Y es que el gran potencial de la vivienda interconectada se basa en la racionalización del consumo de energía y, sobre todo, en hacernos la vida más fácil y cómoda.