Su arte tiene fecha de caducidad, al menos física. ¿Qué siente cuando la planta o la flor muere tras su manipulación?
La muerte siempre formará parte de mi trabajo, puesto que como florista y artista floral trabajo con seres vivos. Y aunque físicamente llegan a su fin, su recuerdo permanece en el corazón. Así es la vida misma y por eso respeto al máximo las flores y plantas con las que trabajo, dándoles un nuevo valor como pieza artística. Cuando las toco con mis manos, me digo que estoy ante formas de vida sagradas.
¿Qué reacciones suscita entre el público su trabajo? ¿Lo entiende todo el mundo?
Hay de todo, reacciones positivas y negativas, dado que la belleza en mi trabajo surge de quitar la vida. Hacer algo que nadie ha intentado antes siempre resulta controvertido; es algo que ya me esperaba. Respeto cada opinión y la asumo como una experiencia enriquecedora que me anima a seguir adelante y buscar nuevos significados a lo que hago. Mi trabajo consiste en una exploración de la fuerza expresiva de la naturaleza.
Parece que la sociedad moderna ha perdido su conexión con la naturaleza, y somos naturaleza. ¿Qué hace falta para reconectarnos?
Si bien la gente tiene conocimiento de la naturaleza a través de los jardines, las floristerías y la cultura del ikebana, en esta era que nos ha tocado vivir los artistas debemos ser capaces de interpretar nuestro propio tiempo e ir más allá para representar una idea de la naturaleza acorde a una nueva filosofía, actual, para así reconectarnos con ella. La naturaleza había dejado de ser popular como tema artístico y creo que hemos encontrado una nueva y excitante forma de relacionarnos con ella.
¿Qué pretendió al enviar un bonsai al espacio?
Fue el primer proyecto de la serie En floración. Es un trabajo experimental que busca darle un nuevo sentido a la botánica componiendo arreglos en lugares o espacios donde a priori no puede vivir o desarrollarse.
¿Y al quemar abetos?
Mi trabajo se expresa de muy diversas formas. Congelo flores en un témpano de hielo, sumerjo un bonsai en agua o cuelgo un pino en el vacío para que un grupo de rock toque ante él. Estas acciones son el resultado de una investigación sobre la manera de darle la presencia más espectacular a flores y plantas. En Navidades, las casas se adornan con abetos, y cuando las fiestas se acaban, mucha gente se desprende de ellos como si fueran basura. En Mominoki-Moeru (abetos ardiendo) quemo los que se han secado para transmitir que amo la vida hasta su mismo final y hago de este final algo sublime para que quede un recuerdo para siempre de esa vida. Utilizo a menudo árboles o arbustos muertos en mis creaciones.
¿Cómo surgió la necesidad de convertirse en un artista floral?
Yo trabaja en un mercado de flores y me fascinaba estar rodeado de seres vivos. A su vez, tocaba en una banda de rock y descubrí muchas similitudes entre la música y las flores, sobre todo en lo referente al contexto. Si tocas con rabia o calma, aquí o allá, todo cambia; lo hace cada acorde. Con las flores pasa lo mismo.
¿Qué descubrió explorando el Amazonas?
Descubrí plantas salvajes asombrosas. Además de su belleza, exhibían una fortaleza a un nivel más allá de lo habitual. Esta experiencia me volvió a demostrar que la naturaleza es mucho más fuerte que el hombre, y que aún me quedan muchas especies por descubrir por todo el mundo.
¿Considera lo que usted hace un tipo de ikebana?
El ikebana es una tradición de arreglos florales muy arraigada en la cultura de mi país a la que le tengo mucho respeto. Pero mi trabajo es otra cosa. No es que yo tratara conscientemente de ir más allá, pero ocurría que cada vez que hacía algo, iba más allá.
Mi trabajo consiste en una exploración de la fuerza expresiva de la naturaleza
Para la tradición europea, el jardín es una representación del paraíso. ¿Qué significa para usted?
Creo que para los japoneses los jardines adquieren una dimensión más espiritual. Por ejemplo, tenemos un árbol llamado Goshinboku al que reverenciamos como a un dios. La cultura japonesa adora la naturaleza y los jardines es un lugar donde dar gracias a la vida y sentir el tránsito de las cuatro estaciones. Creo que en Europa la naturaleza tiene más una consideración más cotidiana y os involucráis con ella de una forma más espontánea. Nosotros tomamos más distancia para admirarla.
¿Conoce los jardines de la Alhambra o algún otro jardín árabe, otro de los referentes mundiales en este campo?
No he podido visitar la Alhambra pero por supuesto no es desconocida para mí. Aunque los musulmanes y su religión se encuentran en la actualidad en una situación política muy controvertida, la cultura islámica tiene una gran potencial en términos estéticos y espirituales, no solo en lo se refiere a flores y plantas. Ojalá la paz llegue a esas tierras y tenga la oportunidad de mostrar ahí mi trabajo y encontrar la inspiración viajando.
También se ocupa de hacer arreglos florales para bodas y otros aniversarios y eventos, así como para marcas como Dior, Fendi o Hermès. ¿Qué reglas sigue aquí?
Como florista, hacer arreglos para otros me exige mayor esfuerzo que la creación de mi propio trabajo. Necesito conocer la marca muy bien, que me guste y que haya mucho diálogo. En todo caso, la técnica no es lo principal. Lo más importante, siempre, es nuestra actitud ante las flores y saber leer nuestros propios sentimientos.
¿Cuáles son los principales errores que cometemos en casa con nuestras propias plantas?
Como elemento de interior que enriquece tu vida diaria, debes cuidar de ellas de forma continua hasta que se marchiten. Debes quererlas desde que brotan hasta que se despide su última hoja. Así descubrirás el efecto positivo que tienen en el ser humano.