Pocos proyectos hoteleros han tenido tanta repercusión mediática como el Tree Hotel de Suecia. La originalidad de la propuesta deja boquiabierto: se trata de cabañas contemporáneas subidas a árboles, una con forma de platillo volante, otra un cubo con una fachada de espejo... La séptima incorporación a este proyecto que se remonta a 2010 lo firma Snøhetta, estudio noruego reconocido por obras como la Ópera de Oslo o sus sensibles intervenciones en plena naturaleza.
La cabaña se sostiene a diez metros de altura sobre doce postes carbonizados según una técnica tradicional de los países nórdicos que tiene en su réplica en Japón y que hoy está industrializada mediante soplete. Un pino central la atraviesa por el medio. Desde esta atalaya, en fechas como las actuales, es posible contemplar las majestuosas auroras boreales, con la Laponia sueca y el bucólico río Lule de fondo. Un red suspendida en el aire también permite observar, al aire libre, este espectáculo consistente en la aparición en el cielo de un baile de manchas y columnas luminosas a consecuencia de la radiación solar.
La base de la cabaña está cubierta por una enorme hoja de aluminio impresa con una imagen en blanco y negro de una arboleda, ayudando así a camuflarla dentro de su entorno. Los arquitectos lo llaman la sexta fachada de la cabina. "Los límites entre interior y exterior se disipan, de forma que la estructura llegue a formar parte del bosque", explican desde el estudio, con oficinas en Oslo y Nueva York."Una de las mejores experiencias resulta cuando te acercas por debajo y miras hacia esa sexta fachada: la cabaña parece esfumarse de nuestra vista".
Una escalera se teje a través de los troncos de los árboles para llevar hasta la entrada. Las maletas suben gracias a un pequeño ascensor. En contraste con el exterior oscuro y carbonizado, el interior de la cabaña es de tonos claros, con paredes recubiertas con contrachapado de abedul y suelo de madera de fresno, acompañado de mobiliario de tonos claros. "Este tipo de contraste es muy típico del diseño y la decoración nórdica", resaltan desde Snøhetta sobre un interior que se caldea con una estufa de leña.
Los 55 metros cuadrados de superficie de la cabaña ofrecen alojamiento para cinco personas, que disponen de dos dormitorios, un salón, un baño y un terraza. "Su diseño tiene como objetivo acercar a la gente a la naturaleza. Por este motivo, los espacios sociales se amplían al exterior". Al entrar en la cabaña, lo primero que se encuentra el huésped es la sala de estar, llamada Northern Light, con una ventana del suelo hasta el techo orientada al norte para disfrutar desde el primer instante de una aurora boreal (dependiendo de si el día está despejado). Una puerta de cristal conduce a la red de la terraza, que ayude a que se intensifique esta comunión con la naturaleza.
Los cambios de altura del suelo definen diferentes uso de los espacios, con el salón situado a 30 centímetros más bajo que los dormitorios, donde las camas están incrustadas en el piso. Una doble red cubre la brecha existente entre los dos dormitorios, fijados en lados opuestos de la cabaña. "Los más valientes pueden salir ahí a dormir. La experiencia será alucinante", proponen en Snøhetta.