Dice el refrán que en casa del herrero, cuchillo de palo. La sabiduría popular aquí se equivoca, porque en el proyecto de Le Moulin, la casa del interiorista Luca Madani, este ha echado el resto. Se nota la soltura adquirida durante once años junto a su socia Samantha Hauvette haciendo, bajo la unión de sus apellidos (Hauvette Madani), residencias y hoteles-boutique sobre todo en París. Luca y Marine, su pareja, decidieron buscar una casa en el campo y la encontraron en el condado de Perche, a dos horas en coche de la capital francesa. "En realidad son cuatro edificios que forman una pequeña aldea. Nada más entrar, un cobertizo para el ganado, una pequeña construcción de dos plantas, la casa principal, el molino y el taller", explica Luca.
Deshabitada desde hace más de un siglo, entre los tres decidieron darle una nueva vida aplicando el concepto de slow living: muebles de mercadillo, mucho upcycling y piezas de artesanos. Antes tocó una reconstrucción complicada por la climatología y la lejanía del acceso a la carretera, a más de 300 metros. "Fue un momento emocionante cuando estuvieron colocados el suelo y los tabiques, dejando ver las futuras habitaciones. Estar en un valle rodeado de naturaleza es muy reconfortante. Te sientes tranquilo y alejado de todas las preocupaciones de la vida cotidiana; es un remanso de paz". Por eso han querido compartirlo: Le Moulin se alquila para retiros de yoga o, como ellos dicen, "tribus deseosas de escape". Un pozo propio, un huerto con manzanos, el río en la puerta y dos hectáreas de terreno ayudan al beatus ille –la alabanza de la vida sencilla– del diseño.