Amantes del dulce y de las cosas bien hechas, tomad nota del delicioso proyecto inspirado en el cacao en el que han estado varios años trabajando Jordi Roca, el genio detrás de los postres de El Celler de Can Roca, y su cuñada Anna Payet. De su pasión por el dulce y la voluntad de abrir un hotel boutique en Girona nació Casa Cacao, un establecimiento de 15 habitaciones, que cuestan 250 y 300 euros por noche, en un edificio de cuatro plantas de los años 60 catalogado de interés histórico ubicado en la plaza Catalunya de Girona. El proyecto también incluye un obrador de chocolate, una tienda y una chocolatería que desprende un irresistible olor a cacao.
Tras la rehabilitación, lo más antiguo que se ha conservado es la escalera, con sus peldaños de piedra y la barandilla de hierro fundido, y que sube desde el vestíbulo hasta la luminosa terraza desde la que se pueden disfrutar de vistas al Barrio Viejo de Girona, el río Onyar y la catedral. Allí se sirven los desayunos para los huéspedes del hotel y algunos aperitivos durante el resto del día elaborados con productos de temporada y proximidad. En esta aventura, Jordi Roca está a cargo de la gastronomía.
La recepción queda entre el obrador y la chocolatería, como símbolo de unión. Nada más llegar, el cliente puede ver a través de unas cristaleras cómo se elabora el chocolate, a la vez que ya le embriaga la tentación de la chocolatería, que también se vislumbra por unos cristales. “La ubicación y edad del edificio junto con el diseño de una fábrica de chocolate nos llevó al origen del concepto. Inspirándonos en confiterías y bombonerías de la época, en su estética, materiales y gama cromática de los envoltorios pero desde una mirada actual y adecuada a este doble proyecto”, cuentan desde el estudio Sandra Tarruella Interioristas, que se han encargado de la decoración. La coherencia de materiales y colores recorre todos los espacios y mantiene una estética continuista. “Para ello hemos optado por materiales nobles, acabados de mucha calidad, una estética sutil y elegante en armonía con esa época y la actual. La recepción, la tienda e incluso el obrador tienen un techo de lamas de madera de nogal y pavimento continuo de terrazo a tono con el revestimiento de paredes en pintura a la cal. Y siguiendo esta misma línea estética, hemos colocado mobiliario clásico de diseño y piezas diseñadas especialmente para el espacio”, explican.
A cada una de las habitaciones se accede a través de un pasillo con moqueta de lana y paredes con pintura a la cal. “El techo de lamas de madera de nogal nos recuerda los materiales de planta baja. La entrada de las habitaciones se realiza con un revestimiento de madera quemada negra”, cuentan desde el estudio que para el diseño de las habitaciones trabajó con Anna Payet buscando que el huésped se sienta como en casa. “El mobiliario está diseñado especialmente para estas habitaciones y los materiales utilizados son nobles, lo que aporta elegancia, sobriedad y calidez a todo el conjunto”. Un sofá de terciopelo en color perla, cabezales realizados con tubos de hierro, ropa de cama blanca, cojines de diferentes en lino y un plaid de lana virgen de la marca Teixidors se integran armónicamente en estas estancias.
En la tienda destaca el mostrador de nogal y piedra, así como unos muebles de exposición central encontrados en una tienda de muebles antiguos. El bar Cacao es la zona de degustación de chocolate y se ubica en la sala a doble altura donde se realiza el empaquetado de producto. Estanterías para guardar la vajilla, un mueble expositor en madera clara de abedul y baldosa y mesas y barras altas conforman esta estancia. “Es un espacio muy práctico, fresco, joven y ordenado que nos recuerda a las fábricas de confitería de la época en cuanto a acabados sencillos y colores claros”, cuentan desde el estudio de interiorismo.
El obrador está dividido en diferentes salas marcadas por el proceso de fabricación del chocolate. Desde la entrada en plaza Catalunya acceden los sacos con las habas de cacao que se almacenan a la vista en estantes de madera en la sala más brutalista del proceso. En esta estancia, las máquinas están colocadas de tal manera que desde la calle se puede seguir el proceso de elaboración de las delicias dulces.