La revolución industrial dio lugar a una transformación socioeconómica de una profundidad desconocida desde el Neolítico. De la producción familiar pasamos a la alienación de la fábrica. Del diseño individual y a medida, a la producción estandarizada en serie, que cambiaba todas las reglas. Ahora hay muchos que hablan de la revolución definitiva de la mano de la fabricación 3D, en la que el diseño vuelve a personalizarse, la producción vuelve a ser doméstica y los usuarios participan de manera activa en el proceso de diseño y fabricación del producto.
La idea es dotar de impresoras 3D a la gente para lograr una revolución que nos haga superar la sociedad de consumo heredada del siglo xx y alcanzar una sociedad participativa creadora de sus propias ideas materiales. Utopía en estado puro. Los medios nos han familiarizado con imágenes alucinantes, que desafían las leyes del diseño industrial y con un acabado espectacular. Pero la realidad es que cuando algo parece demasiado bonito para ser cierto es porque probablemente o no sea tan bonito o no sea tan cierto.
En la actualidad, y no parece que vaya a cambiar en mucho tiempo, las impresoras domésticas accesibles para el gran público, las FDM, de hilo de plástico, suelen rondar un precio que oscila entre los 600 y los 1.000 €. A diferencia de las de polvo (SLS) que vemos en la televisión, su acabado superficial es de menor calidad y necesitan procesos posteriores como el retirado del material de soporte o el lijado. Si nuestra idea era poder autofabricar piezas de gran definición, sin tediosas operaciones de acabado y con varios colores, estos modelos no son adecuados y deberemos preparar algunos ceros más para la inversión. Así pues, la revolución tal y como nos la televisan tendrá que esperar.
En palabras de Xavi Tutó, de la empresa Growthobjects, hablar de una nueva revolución industrial es un poco exagerado y al 3D habría que considerarlo como una tecnología complementaria, más que sustitutiva, ya que "nos permite resolver retos técnicos que hasta ahora era imposible de abordar. Por ello, el 3D se está sumando a los procesos convencionales, para ampliar las posibilidades de fabricación de nuevos productos, pero utilizándolos de forma combinada".
Más allá de la repercusión mediática, la fabricación aditiva, como técnicamente se le denomina, es una vieja conocida en numerosas áreas profesionales, en las que desde hace décadas cosecha éxitos sin parar. Prototipado, medicina, automoción o aeronáutica están a la vanguardia en el aprovechamiento de su desarrollo. Una de las tareas pendientes es la de su impacto ambiental. Es cierto que teóricamente se podría mejorar la ecoeficiencia en cuanto a optimización en la cadena de distribución y los stocks, pero también es cierto que la producción de residuos de fabricación es muy elevada y la reciclabilidad, tanto pre como post consumo, y la toxicidad de los materiales más comúnmente empleados son problemáticas todavía sin resolver.