Muebles cómplices de la vida diaria
Hay objetos que además de ser funcionales se convierten en nuestros favoritos y compañeros inseparables
Que los muebles deben ser funcionales es una verdad de Perogrullo. Pero algunos lo logran de tal modo que se convierten en objetos imprescindibles y entrañables de los que no nos queremos separar, inmunes a mudanzas y cambios de decoración. Con imaginación y sentido práctico, algo que se le supone al buen diseño, se pueden crear piezas “inteligentes” que nos facilitan la organización y el orden: desde módulos que se adaptan al espacio como un guante a muebles “transformistas” de múltiples usos.
La mayoría de ocasiones no tiene por qué ser un elemento sofisticado: un sencillo colgador convierte una pared en un espacio funcional que soluciona el problema de dónde dejar las cosas de diario (abrigo, cartera, paraguas...) cuando el espacio no sobra.
Lo mismo ocurre con un todoterreno: el estante, uno de los mejores aliados del orden. Puede tener tantos usos como se nos ocurran, no solo de índole práctica, sino también decorativa: soporta libros, toda clase de objetos (desde vajilla a cascos de moto) y también puede ser el lugar perfecto para colocar una lámpara o convertirse en un práctico escritorio.
A menudo lo más sencillo es también lo más práctico. Un taburete es un asiento, un escalón, una mesa auxiliar o un cómodo reposapiés según lo que se tercie. Y una cama, el guardián de nuestros sueños y también de sábanas, mantas o incluso libros con solo insertar un módulo de almacenaje debajo del somier. Todas ellas son piezas cómplices y hasta entrañables porque cumplen el gran objetivo del diseño: facilitarnos la vida cotidiana.