Llegar a casa después de las vacaciones puede convertirse en una tediosa tarea si no se pone remedio. Enfrentarte de lleno con la realidad puede amargar el dulce recuerdo de los días pasados.
Para entenderlo nada como ponerse en situación. Tras un viaje algo cansado, ya se sabe que no se vuelve con la misma energía que se va. De hecho, se regresa con las mismas maletas pero mucho más equipaje en forma de recuerdos bien comprimidos. Encontrarse una casa que huele a cerrado, con polvo en el suelo, cosas fuera de su sitio, el cesto de la ropa hasta arriba, el baño oliendo a alcantarilla y, lo peor de todo, sin nada en la despensa no es el mejor de los escenarios. Apaga y vámonos.
Volver siempre cuesta, para qué engañarnos. Pero la forma de hacerlo va a ser determinante, sobre todo, para el estado de ánimo.