Por las ventanas vemos, en una atmósfera neblinosa de calor, cómo los árboles de Turó Park (Barcelona) mantienen un dosel de frescura sobre los senderos, sobre el suelo cubierto de hiedras reptantes. El sol brilla en el estanque de los nenúfares. Los arquitectos Jaime Batlle y Jordi Badia recibieron un encargo comprometido y desafiante: la reforma de un piso en un edificio catalogado (Casa BC) diseñado por Francesc Mitjans (1909-2004), autor, entre otras obras notorias, del estadio del FC Barcelona, el Camp Nou. Mijtans rompió con la distribución típica del Ensanche modernista (largo pasillo de un extremo iluminado a otro, y en medio, una sucesión de espacios), con viviendas organizadas en plantas sin pasillos. La tarea fue acometida con un respeto sumo por la casa de Mitjans, y el esmero dedicado a los detalles forma parte de su particular homenaje a un arquitecto que era capaz de pedir a los pintores hasta el mínimo matiz: "Me conseguís un gris basalto con tintes dorados…", según contó uno de sus colaboradores. Una minuciosidad artesanal que forma parte de un gran legado de la cultura urbana barcelonesa.
En estos interiores se aprecian los frutos contemporáneos de esa herencia, fundidos en la matriz primigenia. La propuesta aspira a devolver la atmósfera original, acometiendo para ello, y aunque parezca paradójico, un cambio estructural que ha generado un ámbito fluido y continuo. Los espacios estancos devienen uno solo. Los muebles están colocados de un modo longitudinal, para no entorpecer las visuales cruzadas, que nos regala abundancia de luz e imágenes del parque desde las tres zonas principales de la vivienda: salón, cocina y suite. Y lo hacen a través de las mismas ventanas en guillotina colocadas por Mitjans. Los materiales y acabados de la casa original (roble, mármol, cromo, lacado en blanco) han sido reinterpretados por Batlle y Badia. Al recorrer la vivienda advertimos usos ocultos: en el mueble de roble longitudinal se esconde una encimera de Silestone negro que cumple funciones de lavadero, alojando un fregadero, la lavadora y la secadora. Esa misma pieza contiene también una alacena y sirve, en el comedor, de mueble auxiliar, integrando –en su paso a la cocina– un refrigerador de vinos.
Las puertas correderas que separan de la suite son las originales, restauradas. El espacio se organiza como una espiral que va de lo más público y abierto a lo más íntimo. El recorrido empieza en la librería, pasa a la sala de estar, de ahí al dormitorio y finaliza en el cuarto de baño. Y una triquiñuela de magia escénica (méritos de la flexibilidad) permite que percibamos la casa como más espaciosa: cuando es necesario, la suite se transforma en dos dormitorios, separados por dos puertas correderas, y la cama de matrimonio, abatible, queda oculta detrás de un panelado de roble. Esta madera, proveniente de la Selva Negra alemana, con garantía de tala controlada y autorizada cubre los suelos y las paredes. El parquet está hecho de piezas de gran formato ejecutadas a mano. Chapas de madera de roble barnizado mate recubren las paredes. Cortinas de lino velan las ventanas. En el comedor, camino al salón, descubrimos un capitel romano que soporta el sobre de la mesa y la vitrina que camufla la pared maestra. La cocina, con vistas al parque, es un espacio de especial interés: "La forma es el resultado de un gran bloque de mármol tallado según la modulación de las ventanas, retranqueándose para alojar la cocina", reza la memoria. Belleza, diseño y comodidad.