Desde su nombre esta casa proclama su pertenencia a la mayor de las Pitiusas: Casa Ibiza. En tardes de verano, todos hemos deseado la fresca simplicidad de una casa ibicenca, rodeada de pinos y cerca del mar. Hemos pensado también en tumbonas alrededor de una piscina, en sofás color mostaza bajo una pérgola florecida de buganvillas. Una estampa idílica que evoca la tipología tradicional –de casa de costumbres campesinas–, pero amoldada al sibaritismo moderno.
Alfons Tost y Damián Sánchez, el dúo al frente del estudio Alfons & Damián, han realizado un proyecto que concilia la evocación de una base rural con el espíritu urbanita de sus habitantes. Lo cómodo, lo práctico y lo bello constituyen las premisas del trabajo.
La vivienda tiene dos plantas. Un patio interior da luz a un pasillo que distribuye las estancias de la planta baja, íntegramente pavimentadas en piedra gris. Se abre a la vista un gran espacio alargado, con una chimenea a un lado, paredes blancas y techo alto de vigas de madera. Un espacio de zonas contiguas (escritorio, salón, comedor) se comunican visual y físicamente con los diversos exteriores que prolongan la casa en lugares de ocio al aire libre, techados, encortinados con esteras de esparto o a pleno sol.
Casi libre de puertas, en toda la zona de día se disfruta de gran fluidez circulatoria y luz natural. Una única puerta de hierro y cristal separa el salón de la cocina, donde los muebles perimetrales de aspecto rústico contrastan con elementos modernos (en especial, esa barra de desayuno, con frontales de aluminio y sobre de piedra) y sus cuatro taburetes Morph Bar, de Zeitraum.
Y es justo resaltar la pared decorada con platos Au Bain Marie y la lámpara de techo de Flos, que pende con escultural ligereza del techo, sobre la mesa donde transcurre el demorado desayuno de las vacaciones. En la planta alta, la suite ofrece una versión más austera del interiorismo, con mobiliario de madera de elaborado diseño del propio estudio, como la cama con dosel que integra un mueble donde se oculta el televisor y el cabecero de teca que se convierte en armario de un vestidor forrado con lino natural.
Como punto final del recorrido están las terrazas -en un plural mayestático- que rodean la piscina con la pérgola hecha de vigas de madera basta, que pronto cubrirán las buganvillas. ¿Quién no querría vivir en el paraíso en la tierra?