A lo largo de siete años, con amorosa parsimonia y deteniéndose en cada detalle del proyecto y del paisaje, el arquitecto Buster Delin diseñó y construyó su casa de veraneo en Hälsingland, Suecia. A medida que pasaba el tiempo, ambos procesos (el diseño y la construcción) fueron evolucionando según las necesidades crecientes de la familia y, también, a través de la aplicación de algunas ideas experimentales relacionadas sobre todo con la mejora del mantenimiento energético.
No hace falta, en este caso, abundar sobre la belleza del paisaje nórdico: las imágenes revelan un esplendor de prados suaves, árboles majestuosos, un río de aguas transparentes con orillas amables... En relación con ese paisaje, el proyecto no tiene más que hacerlo visible para los habitantes de la casa mediante tres paredes de cristal en la zona del salón, el comedor y la cocina. En cambio, muros de ladrillos rústicos (recuperados en el sitio) encierran el área de dormitorios y cuartos de baño, techados con madera pintada de blanco.
En la zona abierta al paisaje, el techo también es de listones de madera, pero pintados al aceite en tono oscuro, como las columnas de abeto. En esa zona privilegiada de la casa, envuelta en cristaleras y con el techo que se prolonga hacia el exterior (formando el amplio alero sobre la galería circundante), se produce la “experiencia del lugar” a la que aspiraba el arquitecto, inclinado durante años sobre el dibujo ideal y ocupado al mismo tiempo en su realización material: “Un aspecto importante es que la casa transmita algo así como una dimensión poética. Que se pueda seguir, desde los sofás o la mesa del comedor, la evolución de la luz según el día y la época del año. Que proporcione una relación directa, minuciosa, con la Naturaleza”, ha expresado Buster Delin. Pero no se trata, al menos para el arquitecto, solo de una relación contemplativa con la Naturaleza, sino sobre todo de su respeto, experimentando estrategias sostenibles de calentamiento (recordemos que el termómetro, en esa zona, puede caer muy bajo) y de aprovechamiento del agua.
La selección de materiales (madera, piedra, ladrillo, cristal...) y las vías interiores de circulación del aire, la luz y el agua son cuestiones esenciales en el proyecto de esta casa, llamada The Lundnäs House. En el centro del salón, un tabique blanco, ondulado, aloja una chimenea, a cuyos lados se alinean, frente a frente, dos sofás blancos sobre un tatami rojo. Es justo detenerse, ante la composición de este fragmento del paisaje interior, alrededor de la chimenea: el tabique blanco, entre el techo de madera oscuro y el suelo de mosaico claro (horizontales) y las paredes de cristal (verticales). A veces, las cortinas de lino blanco encierran con delicadeza el espacio, tamizando la luz. Pero, en general, la familia (un matrimonio con cuatro niños) prefiere disfrutar del panorama enteramente verde que rodea la casa. O bajar hasta la orilla del río, donde pulula una fauna diminuta y saltarina. Es la experiencia de la naturaleza que ansiaba el arquitecto Buster Delin, afanosa y experimentalmente, en el diseño meticuloso de esta vivienda de vacaciones.