Cuando se trata de una reforma integral, el proyecto aspira a la creación de un hábitat nuevo, al margen de que el punto de partida sea la estructura original del edificio. El arquitecto Iker Ochotorena, al frente del estudio OOAA, ha organizado este amplio ático, situado en el centro de la ciudad de León, para colmar las necesidades de una familia con tres hijos.
El área social de la vivienda se ha ubicado en el centro de la planta, separando la zona infantil del dormitorio principal y, a la vez, evitando pasillos y rincones oscuros. El cuarto de juegos separa las respectivas habitaciones de los niños y comunica con la zona social a través de una gran puerta pivotante que, por lo demás, difunde cruces de luz natural y crea sensación de mayor amplitud. Resulta notable que determinado elemento (la puerta pivotante), situado de manera estratégica y ayudado por otros factores (una secuencia lógica de estancias sucesivas), logra abrir el centro de la planta, anulando recorridos de indeseada oscuridad.
El predominio de la madera de roble no se explica solo por el clásico efecto de calidez decorativa, sino, en este caso (estamos en el normalmente frío León), también por razones climáticas. Así, no solo los suelos (que lucen un depurado tinte blanquecino) son de roble, sino también varios de los muebles (diseñados a medida por el propio arquitecto) del comedor, la cocina, la vinoteca, el vestidor y el techo del dormitorio principal.
Como valor de singularidad y de contraste, las grandes puertas correderas (también de diseño propio) son de madera maciza de pino, con tinte carbón. Las soluciones del interiorismo (considera Ochotorena) no deben entorpecer, con caprichos más o menos atractivos, la belleza propia de la arquitectura, que en este caso destaca por su elaboración cuidada y minuciosa.
Se ha evitado la madera en la selección de elementos ornamentales, justamente para no menguar protagonismo a la arquitectura y a la presencia específica del roble y del pino ya mencionada. La paleta –predominantes el blanco, el negro y los tonos neutros– es refinada y sobria, y vale la pena detenerse en algunos de los objetos que configuran la escena cromática, por así decir. Como las sillas lacadas en negro de Pierre Jeanneret, las lámparas francesas de mármol travertino de los años setenta, las mesas de espejo ennegrecido (diseño del arquitecto), la lámpara negra de pared de Serge Mouille, las butacas y las cortinas de un lino natural claro como el agua… No olvidemos un vistazo a los cuadros de Chillida. Ni la línea de magníficos ventanales, ni la luz color malva que dejan pasar.